Fermina Huanca tiene 53 años y es mamá de cuatro jóvenes,  hace más de 12 meses se enteró que tenía cáncer de mama. Desde esa fecha no solo lucha contra la enfermedad, sino también se enfrenta a los insultos y burlas que recibe desde que perdió su larga cabellera a causa de los tratamientos para controlar la enfermedad.

Hace aproximadamente cuatro meses, cuando comenzó las quimioterapias, comenzó a sentir picazón por toda su cabeza. Al principio pensó que era por la medicación que tomaba, pero poco a poco el malestar se agravo y vio cómo se le caían grandes cantidades de cabello que día a día debilitaban sus dos largas y espesas trenzas. Su autoestima se desmoronó y no quería salir de su vivienda.

“No quería mirarme al espejo. La primera vez que se me cayó el pelo he sentido una tristeza muy grande, me asusté mucho”, confiesa. Su dolor aumentó, cuando sus hijos también sufrieron por la pérdida repentina de su cabellera.

“Mis hijos han llorado harto, ¿qué te está pasando? ¿Por qué se está cayendo tu pelo?, así me preguntaban llorando”, dice. No soportó ver el sufrimiento de sus hijos y decidió sacar las pocas fuerzas que le quedaban para continuar con su batalla en el hospital de Clínicas de Miraflores.

Cada día salía de su vivienda, ubicado en la zona Huayna Potosí de la ciudad de El Alto hasta el nosocomio miraflorino. Revela que en ese recorrido, muchas veces, sintió cómo la gente la señalaba y se reía por su aspecto. Para ese tiempo ya tenía la cabeza rapada y se cubría con un gorro de lana para “no llamar la atención”.

“Me daba miedo salir a la calle, pero tenía que salir hacer mi quimioterapia y sentía cómo la gente me miraba, me señalaban, incluso decían ¿por qué no tendrá pelo? Me daba miedo y me ponía triste. Otras veces, me señalaban, se reían y había días en el que decía, que me miren, ya no me importa, pero me sentía mal. La gente no entiende que el cáncer es así, eso duele”, comenta con tristeza.

Así como Fermina, Olga Julia Uribe de 66 años también batalla contra el cáncer de mama, varias veces sufrió discriminación por la caída de su cabello a causa de los tratamientos.

Cuenta que no solo sufre discriminación en las calles, sino también en las entidades financieras, cuando los funcionarios les piden que se quiten sus turbantes o gorros para las cámaras.

Una persona ayuda a Olga. Foto: ANF

Los días de miedo y angustia para Olga y Felicia acabaron porque recibieron dos pelucas para “transformar sus vidas”. Las donaciones alegraron a ambas pacientes que con agradecimiento afirmaron que su autoestima “está por los cielos”.

“Esta peluca me ha transforma, me dan ganas de reír, siento que mi autoestima se ha levantado”, dice Olga y al mismo tiempo se pone la peluca de color castaño oscuro que recibió de la Asociación de Pacientes con Cáncer.

La presidenta de la Asociación de Pacientes con cáncer, Rosario Calle detalla que la organización recibió tres pelucas en calidad de donación de otra paciente que ya superó la enfermedad.

“El cabello para una mujer es sumamente importante, las hermanas se sienten con el autoestima baja porque pierden su cabellito. A las mujeres nos identifica el cabellos y muchas pacientes no pueden comprarse pelucas porque son muy caras”, afirma.

Calle confirma que varias de las pacientes con cáncer se desmoronan cuando atraviesan por la caída de su pelo, pero lo que más les afecta es la burla que reciben de la gente.

“Muchas pacientes se quejan porque la gente se burla, se ríe de ellas al verlas sin cabellos. ‘Nos miran feo”, así dicen y esa situación le afecta emocionalmente”, remarca.

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