El Superior General, P. Luis Ignacio Rois Alonso, OMI. nos dio un mensaje para unir nuestros sentimientos en torno a la patrona de nuestra congregación. La virgen María en su advocación de María Inmaculada. El que en este momento está participando de una visita canónica a Sudáfrica, nos da un mensaje que trata de ser integrador de todo el caminar que tuvo este periodo y las necesidades que debemos de afrontar para adelante.
Con María en camino sinodal
Queridos Oblatos y miembros de nuestra familia carismática.
Un año más nos reunimos en torno a nuestra Madre en la Solemnidad de su Inmaculada Concepción. Doy gracias a Dios, a María y a todos ustedes por su compañía orante durante este año en el que todos los miembros del gobierno central han peregrinado visitando muchos de los lugares donde estamos sirviendo a los más pobres e intentando vivir la Buena Nueva del Evangelio con ellos. Podemos confirmar lo que dijo el padre Vincens OMI (Secretario general) en una carta dirigida al p. Arnaux el 15 de febrero de 1860: “Evangelizare pauperibus misit me. Estamos hechos para los pobres; el corazón se siente a gusto entre ellos; tenemos una gracia especial para hacerles algún bien”. Nos hace mucho bien servir a los pobres. Nos hace mucho bien ser misioneros con ellos. Nos hace mucho bien escuchar de ellos el Evangelio de una forma nueva (R.8a). Nos hace mucho bien cuando hacemos de nuestras comunidades un hogar para los pobres y de las casas de los pobres un hogar para Jesús dando así testimonio de su Reino.
En estos días he meditado sobre la discreta presencia de María en los Hechos de los Apóstoles. Es llamativo el silencio de Lucas sobre la presencia de María durante la Pasión de Jesús y las apariciones del Resucitado. En los Hechos de los Apóstoles vuelve a aparecer María cuando la comunidad está reunida en oración y esperanza. María, la Madre de Jesús, es también la Madre de la nueva comunidad a la que el Espíritu colmará de dones el día de Pentecostés. Este misterio aparece como querido por el mismo Jesús desde la cruz en el Evangelio de Juan (Jn 19,26). El papa Francisco dice: “Con el Espíritu Santo, en medio del pueblo siempre está María. Ella reunía a los discípulos para invocarlo (Hch 1,14), y así hizo posible la explosión misionera que se produjo en Pentecostés. Ella es la Madre de la Iglesia evangelizadora y sin ella no terminamos de comprender el espíritu de la nueva evangelización”. (EG 284). Y también, “al pie de la cruz, en la hora suprema de la nueva creación, Cristo nos lleva a María. Él nos lleva a ella, porque no quiere que caminemos sin una madre, y el pueblo lee en esa imagen materna todos los misterios del Evangelio. Al Señor no le agrada que falte a su Iglesia el icono femenino. Ella, que lo engendró con tanta fe, también acompaña «al resto de sus hijos, los que guardan los mandamientos de Dios y mantienen el testimonio de Jesús» (Ap 12,17). (EG. 285)
Esta presencia maternal de María, este icono femenino que el Señor quiere para su Iglesia, se ha manifestado en todo el proceso sinodal y en la Asamblea que se ha celebrado en Roma el pasado mes de octubre. En la dinámica asamblearia propuesta, la escucha mutua y la escucha del Espíritu se armonizan para descubrir lo que Dios nos está pidiendo para colaborar en su misión. Esta dinámica en sí misma está siendo una buena noticia para la Iglesia y para la sociedad que peregrina en este mundo que parece haber perdido la esperanza.
Este proceso sinodal es el que hemos propuesto y volvemos a proponer para nuestra familia. Necesitamos abrirnos al Espíritu para ser fieles a nuestro carisma y nuestra misión. Necesitamos escucharnos y escuchar juntos la Palabra de Dios y los gritos de los pobres de hoy para comprender lo que el Espíritu nos está susurrando. En nuestra tradición se habla de “adoptar un modo de discernimiento que favorezca el consenso” (R. 26a). Utilizar la dinámica seguida en el Sínodo puede ayudarnos a ir cumpliendo el sueño de nuestro Fundador de ser “un solo corazón y un alma sola”, reproduciendo esa comunión misionera de las primeras comunidades apostólicas. “A medida que va creciendo nuestra comunión de espíritu y de corazón, damos testimonio ante los hombres de que Jesús vive en medio de nosotros y nos mantiene unidos para anunciar el Evangelio” (C.37).
Las redes sociales han presentado una imagen del Sínodo que me parece sumamente evocadora: mesas redondas donde hombres y mujeres, clérigos y laicos dialogan y rezan en una conversación espiritual. Sueño que también nosotros podamos hacerlo para discernir cómo revitalizar nuestra vida y misión desde una fidelidad creativa a nuestro carisma (cf. C.168). Creo que María ha preparado esas “mesas redondas” en la que poco a poco se va ampliando el número de participantes. Los oblatos pueden hacerlo en cada comunidad local y más tarde ir ampliando la conversación espiritual a los diferentes niveles según las decisiones que se tengan que tomar. También debemos ampliar los espacios donde se sentarán los laicos y las otras realidades e institutos que participan del carisma común. Más tarde, cada uno desde de su vocación específica podrá poner en práctica aquello que vamos descubriendo. En la mesa de María caben todos.
En las cartas que os he dirigido durante este año para intentar poner en marcha los procesos de animación de nuestro último Capítulo general, he propuesto esta misma dinámica para cuidar nuestra casa común con dos direcciones: el cuidado de nuestro planeta desde una conversión ecológica integral y el cuidado de nuestra familia carismática fortaleciendo las comunidades locales. Además, con todos los miembros del gobierno central y el Comité de las CC y RR, nos hemos atrevido a soñar un proceso sinodal que nos lleve a afrontar la restructuración global de nuestras estructuras y casas de formación propuesta por el Capítulo general (cf. PEC, J. Formación inicial; K. Restructuración). Las CC y RR nos guiarán para hacer juntos un camino evangélico tras las huellas de nuestro Fundador. Este mismo proceso lo soñamos para buscar acciones que respondan a lo pedido en el mismo Capítulo para los laicos y las asociaciones laicales que participan en el carisma común (cf. PEC. H. Asociaciones de Laicos) y para las otras propuestas del Capítulo. He recibido con alegría noticias de personas y grupos que se han puesto en camino y que están respondiendo con propuestas concretas. Seguro que otros muchos se unirán en esta peregrinación común. Muchas gracias.
No puedo dejar de pensar en la huella de santidad misionera dejada por nuestro Beato José Gerard ahora que estoy venerándolo en su tumba mientras peregrino por la santa tierra de Lesoto. Él fue un verdadero misionero peregrino que sembraba esperanza y vivía la comunión. Siempre fiel al servicio de los más pobres y enfermos, al anuncio del Evangelio y al amor a la Congregación, no dudó en desgastar y arriesgar su vida por el bien de aquellos a los que había sido enviado. Su amor a Dios, su devoción al Sagrado Corazón, su audacia de intentarlo todo para anunciar el Evangelio nos hace reconocer en él un modelo de vida evangélica y misionera, un modelo de oblato que se ha dejado guiar por la propuesta de san Eugenio en el “Prefacio” y en nuestras Reglas. Cuando nos preguntamos cómo ser hoy mejores misioneros, él nos responde: “La respuesta está en todas las páginas del Evangelio: hay que amarlos, amarlos a pesar de todo, amarlos siempre. Dios ha querido que se haga el bien al hombre amándolo. El mundo pertenece a quien lo ama más y se lo demuestra” (De la segunda lectura del Oficio de Lecturas de la Memoria del Beato José Gerard. Notas del retiro en el verano de 1886). Los Oblatos y la Iglesia de Lesoto son los custodios de este tesoro y les doy las gracias a la vez que animo a todos para que se promueva más todavía este legado de santidad misionera de nuestra familia religiosa.
José Gerard fue un devoto amante de María Inmaculada y supo promover su devoción. Con él y con todos nuestros santos, beatos y toda la comunidad que habita en el cielo queremos desearnos mutuamente una feliz fiesta de nuestra Madre y Patrona pidiendo su intercesión para que Dios nos bendiga a todos y cada uno de nosotros así como a todos aquellos a los que hemos sido enviados.
Con afecto, vuestro hermano peregrino de esperanza en comunión.
Luis Ignacio ROIS ALONSO, OMI
Superior General
María Inmaculada, Patrona de los Oblatos
P. Luis Ignacio Rois Alonso, OMI
Superior General de los Misioneros Oblatos de María Inmaculada
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