Paglia: urge un diálogo para repensar el poscoronarirus

Para el Arzobispo, Presidente de la Academia Pontificia para la Vida, la pandemia es una gran bofetada que puede ser saludable. «El que cree que es sólo un paréntesis está jugando con fuego.»

El volumen «Curare la vita: etica e tecnologie», que acaba de publicar Edizioni Dehoniane de Bolonia y que ha sido firmado por Fabrizio Mastrofini y Nicola Valenti, vuelve a proponer las actas del seminario de 2017 de la Academia Pontificia para la Vida titulado: «Acompañar la vida. Nuevas responsabilidades en la era tecnológica». En el centro del libro está el concepto de «Bioética Global» y la necesidad, en un mundo globalizado e hipertecnológico, de encontrar respuestas éticas a las nuevas cuestiones relacionadas con el nacimiento, la vida y la muerte.

El arzobispo Vincenzo Paglia, presidente de la Academia Pontificia para la Vida, habló de ello a los micrófonos de Radio Vaticano Italia, vinculando este nuevo enfoque a la actual pandemia de Covid-19, que, en su visión, no es un paréntesis, sino una oportunidad para la volver a pensar:

R.- En esa ocasión, por primera vez, la Academia para la Vida se enfrentó a los nuevos grandes desafíos, que surgen del cambio de época que estamos viviendo, como lo definió el Papa Francisco. En el centro de ese encuentro de 2017 estaba, de hecho, por un lado, el tema de la globalización con sus enormes desafíos y, por otro, el rápido desarrollo de la tecnología y en particular de las llamadas «tecnologías convergentes» que tienen un impacto directo en la vida, en la existencia de todas las personas, de toda la familia humana. Es por ello que, si bien en el pasado la llamada «Bioética», término que se remonta a la década de 1970, guió la reflexión de la misma Academia Pontificia para la Vida, hoy hemos sentido la urgencia de entender este concepto de manera más amplia y profunda. Nos hemos dado cuenta de que cuando hablamos, hoy como ayer, del principio y el fin de la vida, debemos tener en cuenta todas las edades, por lo tanto de la infancia a la adolescencia, de la juventud a la madurez. Luego está todo el tema de la vida de los ancianos, el de la calidad de la vida, que no es la misma en todas las latitudes. La de la relación entre los seres humanos y la de la relación con el medio ambiente o incluso con la técnica. Con esa conferencia en 2017, que luego continuó idealmente con las de roboética e inteligencia artificial en los años siguientes, cruzamos lo que ahora llamamos la gran frontera de la «Bioética Global».

¿Existe el riesgo de que la tecnología, ayer más que hoy, provoque un proceso de deshumanización?

R.- Absolutamente. Hoy el riesgo es aún mayor que ayer. Es precisamente el enorme desarrollo de las tecnociencias y tecnologías convergentes lo que permite intervenir radicalmente en la vida humana. Y esta es la primera vez en la historia que esto ha sucedido. Todo esto también pone en duda el término «natural». ¿Qué significa hoy en día lo natural cuando las biotecnologías pueden intervenir en el genoma y se puede intervenir tanto en el nacimiento como en la muerte, pero también dentro de la vida ordinaria? Pensemos en todos los problemas derivados del uso de la inteligencia artificial, como el riesgo del llamado «capitalismo de vigilancia» vinculado a la compra y venta en línea de nuestros datos personales. Frente a estos enormes avances en la tecnología, lamentablemente, registramos un desarrollo escaso de la ética y el humanismo y en este sentido un diálogo entre la ciencia, la tecnología y el humanismo, pero también la religión y las creencias, es muy urgente. Un diálogo que debe emprenderse con diligencia y que también intentamos suscitar con nuestro último congreso del pasado mes de marzo, en el que los mismos directivos de las grandes empresas tecnológicas mostraron que sentían la necesidad de firmar un manifiesto ético para ayudar a la tecnología a ser más humana. Con el fin de no reducir al hombre a una herramienta, sino de asegurar que la persona esté siempre en el centro de la vida, la política, la economía y por lo tanto también de la tecnología.

En este sentido, ¿la pandemia que estamos experimentando es todavía un campo de aplicación ejemplar de la perspectiva de la «Bioética Global»?

R.- Creo que sí. Hoy debemos constatar amargamente que precisamente por la falta de buen sentido común con que la economía y la política, sólo para satisfacer un interés privado, han devastado la creación, proponiendo estilos de vida imposibles, el mundo se ha rebelado contra esta explotación irracional del hombre. En este sentido, la pandemia es una tragedia, pero al mismo tiempo una extraordinaria oportunidad para repensar el desarrollo, las relaciones y el significado de la vida misma. Hoy más que nunca podemos decir que la fragilidad, la vulnerabilidad, son una condición ordinaria de la vida de todos nosotros. Baste pensar que hasta hace poco se hablaba incluso de poshumanismo, de la transformación del hombre en un ser con nuevas capacidades físicas y cognitivas, incluso de inmortalidad.  En este sentido la pandemia ha sido, diría, una gran bofetada, pero que puede ser saludable. Debo decir que hay signos de reflexión y replanteamiento en este sentido y el Papa Francisco, de alguna manera, fue el intérprete más atento y más universalmente reconocido. Creo que no sólo la Iglesia, sino todas las demás realidades, el mundo científico, el mundo de la economía, de la cultura, están llamados a repensar el mundo poscoronavirus. Los que creen que la pandemia es sólo un paréntesis están jugando con fuego. No podemos no cambiar la organización de la sociedad y no repensar el sentido mismo de la vida si queremos evitar el Covid-20 o Covid-21: eso sería una gran tragedia para el planeta.

Fabio Colagrande – Ciudad del Vaticano

 

 

 

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