Nuncio Zenari: «Después de 11 años de guerra en Siria hemos caído en el olvido»

El 15 de marzo de 2011 marcó el inicio de la guerra en Siria. Un conflicto que se ha cobrado medio millón de vidas. «No dejéis morir la esperanza», repite el cardenal Mario Zenari, nuncio en Damasco, denunciando la violencia, la pobreza y el abandono.

Massimiliano Menichetti

Casas destruidas, falta de alimentos, agua y medicinas, violencia, saqueos, gente que huye. En Siria, después de 11 años, el conflicto no ha terminado, pero ya apenas se habla de esta guerra, como de muchas otras. 

Este país, donde muchas ciudades siguen siendo un montón de escombros, está de luto por medio millón de muertos y tiene más de 11,5 millones de desplazados internos y externos. Hoy, en el aniversario del inicio del conflicto, arranca en Damasco la conferencia «Iglesia, Casa de la Caridad – Sinodalidad y Coordinación», organizada por las Congregaciones para las Iglesias Orientales. En el centro del trabajo están la escucha, el diálogo, el futuro de las comunidades cristianas, pero también las necesidades urgentes de esta atormentada nación. 

«No dejéis morir la esperanza» es la implacable invocación del nuncio en Damasco, el cardenal Mario Zenari, mientras el país está «fuera del radar mediático» y entra en una especie de «olvido».

– Su Eminencia, hace 11 años que hay combates en Siria. ¿Qué significa para usted este dramático aniversario?

Es un aniversario triste, en primer lugar porque la guerra aún no ha terminado, y también porque desde hace un par de años Siria parece haber desaparecido del radar mediático. Primero la crisis del Líbano, luego el covid-19 y ahora la guerra de Ucrania han ocupado su lugar.

– Los muertos de esta guerra son cerca de medio millón, los refugiados que han huido unos 5,5 millones, más otros 6 millones de desplazados internos. Usted sigue repitiendo con énfasis: «No dejéis morir la esperanza». ¿Qué hay que hacer para evitar que esto ocurra?

Desgraciadamente, la esperanza ha desaparecido de los corazones de muchas personas y, en particular, de los jóvenes, que no ven ningún futuro en su país y tratan de migrar. Y una nación sin jóvenes, y sin jóvenes cualificados, es una nación sin futuro. Algunas familias, después de pagar grandes sumas de dinero, siguen atrapadas en Bielorrusia, a la espera de cruzar la frontera polaca.

La catástrofe siria sigue siendo el desastre humanitario más grave provocado por el hombre desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Todavía no hay signos de reconstrucción ni de recuperación económica. Además, las sanciones pesan mucho en todo esto. El proceso de paz, previsto en la Resolución 2254 de la ONU, está bloqueado. Sólo la pobreza avanza a pasos agigantados. Ahora se habla de guerra económica.

– Más del 60% de la población está afectada por la inseguridad alimentaria. ¿Cómo se puede ayudar?

Hay escasez de pan y ahora, con la guerra en Ucrania, también de harina, así como de otros productos de primera necesidad. Del 15 al 17 de marzo se celebra en Damasco una conferencia convocada por la Iglesia católica con el tema: «La Iglesia, hogar de la caridad. Sinodalidad y coordinación»

Habrá unos 250 participantes, entre sirios y personas de fuera de Siria, representantes de instituciones católicas y organismos humanitarios. También estarán presentes el cardenal Leonardo Sandri, prefecto de la Congregación para las Iglesias Orientales, algunos miembros de los dicasterios romanos y el Roaco. Se harán planes para compartir fraternalmente los 5 panes y los 2 peces.

– En este contexto, la huida de los cristianos continúa…

En estos años de guerra, más de la mitad, y quizás dos tercios, de los cristianos han abandonado Siria. En estos conflictos, los grupos minoritarios son el eslabón más débil de la cadena. Se trata de una herida irreparable para estas Iglesias orientales «sui iuris», pero también es un grave daño para la propia sociedad siria. Los cristianos, presentes en Oriente Medio desde hace dos mil años, han contribuido considerablemente al desarrollo de su país, sobre todo en el ámbito de la educación y la sanidad, con escuelas y hospitales muy eficaces y respetados.

La presencia de los cristianos podría compararse, para la propia sociedad siria, con una ventana abierta al mundo. Los cristianos son generalmente abiertos y tolerantes. Con cada familia cristiana que migra, la ventana se cierra gradualmente.

– ¿Cree que se necesita más valor a nivel de diplomacia y política internacional?

El enviado especial de la ONU para Siria, Geir Pedersen, sigue insistiendo en la necesidad de una mayor implicación de la diplomacia internacional.

Desgraciadamente, la continuación del conflicto, la pandemia del covid-19 y otros conflictos, en particular la guerra de Ucrania, han desviado la atención de la comunidad internacional hacia otros lugares.

– ¿Qué importancia tiene que los medios de comunicación del mundo sigan centrando la atención en Siria?

Hasta hace un par de años, solía recibir llamadas telefónicas de diversas partes del mundo para solicitar entrevistas e información sobre el conflicto sirio. Ahora el teléfono ya no suena. Esta es otra gran desgracia que le ha ocurrido a Siria. La de caer en el olvido. Este olvido hace mucho daño al pueblo.

– Se dice que algunos sirios, bajo órdenes rusas, se han ido a luchar a Ucrania. La pobreza del país, que atraviesa una guerra, se aprovecha para librar otra guerra…

También yo he leído estas noticias. Algo similar ocurrió en Libia hace unos años: los mercenarios sirios se encontraron luchando en bandos opuestos. Se trata de una enfermedad más provocada por la guerra, que es una fábrica que produce todo tipo de males: víctimas, destrucción de barrios y pueblos, refugiados, daños en el tejido social, desintegración familiar, violencia, pobreza, falta de trabajo, drogas y otros muchos males. Muchos jóvenes se encuentran sin trabajo, han aprendido a manejar las armas y se alistan por unos cientos de dólares.

– ¿Cómo se ve en Siria la guerra en Ucrania?

En general, la gente no se atreve a hablar. Me sumo al reiterado y contundente llamamiento del Papa Francisco de silenciar las armas y detener la matanza. Me parece que la atormentada Siria también entiende bien, por experiencia, este apremiante llamamiento. 

Si se me permite utilizar la parábola evangélica del pobre Lázaro y el rico Epulón, seguramente Siria, «mutatis mutandis», quiere advertir severamente a los demás para que no caigan en el mismo lugar de tormento en el que ella misma ha caído (Lc 16,27-28). Es triste ver cómo se repiten en Ucrania las mismas desgarradoras imágenes de dolor vistas en Siria: barrios destruidos, muertos, millones de refugiados, el uso de armas no convencionales como las bombas de racimo, el bombardeo de hospitales y escuelas. Estamos viendo el mismo descenso a los infiernos que se ha visto en Siria.

– Estamos en el camino de la Cuaresma, un tiempo de oración y ayuno. ¿Cómo se vive este periodo?

Se podría decir que la gente, sea cual sea la confesión religiosa a la que pertenezca, lleva 11 años viviendo una Cuaresma y un ayuno ininterrumpidos. En primer lugar, es importante estar cerca y ser solidario.

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