Monseñor Sergio pide mejorar el sistema de salud púbica en nuestro país

En su homilía de este domingo desde la Catedral Metropolitana, Monseñor Sergio habló de lo que significa cargar con la cruz y seguir a Jesús en la sociedad de hoy. Así mismo y antes de terminar su homilía, dijo unas palabras acerca de la tragedia del niño Sebastián y todos los involucrados indicando que no está en nuestras manos juzgar, y que más bien esta desventura ha desvelado una vez más el estado deplorable y las graves deficiencias en que se encuentra el sistema de salud pública en el país.

Priorizar e implementar políticas sociales (Salud) sin cálculos ni afanes electoralistas

“En vano, desde muchos años se eleva un clamor para que se prioricen políticas sociales por encima de todos los demás rubros. Ha llegado la hora inaplazable de implementarlas, sin cálculos y afanes electoralistas, pensando en los enfermos, los pobres, los niños huérfanos y abandonados, los ancianos y todos los sectores vulnerables descartados de la sociedad”, expresó.

También pidió orar por los operadores de salud, en especial por los médicos, para que pongan todo “su esfuerzo en dignificar cada día más su profesión y para cuidar y valorizar el don que significan las personas que sufren a causa de la enfermedad”.

La condición para ser discípulo de Jesús es cargar con la cruz

«El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga».

Para Monseñor Sergio éstas son palabras decisivas y provocadoras “si alguien quiere ser cristiano y seguir a Jesús, que renuncie a ser gestor único de su vida y que acoja la voluntad del Señor estando dispuesto a cargar con la cruz. Seguir a Jesús y ser cristianos no es cuestión solo de doctrina sino de un nuevo modo de concebir la vida, de vivirla y gastarla por él y el Evangelio” señaló.

En ese mismo sentido advirtió con claridad que seguir a Jesús y al Evangelio “implica estar dispuestos a cargar con la cruz, sufrir incomprensiones, rechazos y hasta persecuciones y muerte. Este es el único camino que nos lleva no solo a realizar en plenitud nuestra vida acá en la tierra sino a la salvación eterna. «Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí y por la Buena Noticia, la salvará».

Rechazar el anticonformismo e ir en contra de la corriente

“…No hay dudas de que seguir a Jesús hoy conlleva cargar con la cruz del anticonformismo y estar dispuestos a ir en contra de la corriente general de nuestro mundo donde no está de moda ser cristianos, menos aún hablar de la cruz”.

HOMILIA DE MONSEÑOR GUALBERTI,

La escena del evangelio de hoy nos presenta un giro decisivo y crítico de la vida de Jesús: su actividad pública en Galilea ha terminado e inicia su último viaje a Jerusalén, donde lo espera la cruz. Por eso Jesús, desde ese momento dedica más tiempo en capacitar a sus discípulos para la misión. A pesar de que ellos han compartido la vida cotidiana con Jesús, han sido testigos de la buena Noticia del Reino de Dios, de sus prodigios y milagros, sin embargo, no tienen las ideas claras acerca de su verdadera identidad y su misión.

Jesús inicia su enseñanza con una pregunta: «¿Quién dice la gente que soy yo?». Ellos responden: “Algunos dicen que eres Juan Bautista; otros Elías y otros, alguno de los profetas”. Jesús no se conforma con esa respuesta e interpela directamente a los discípulos: «Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?». Pedro responde acertadamente: “Tu eres el Mesías”.

Jesús es el Mesías enviado del Padre con la misión espiritual de sellar la nueva alianza y cumplir las promesas de salvación hechas durante siglos al pueblo de Israel. Pero, la figura del “mesías”, entre los judíos había ido tomando otro sentido: su tarea se reducía solo a una dimensión puramente histórico política, desconociendo su labor principal de instaurar el Reino de Dios, el proyecto del Padre que, en su hijo Jesús, se hace cercano a la humanidad para traer la salvación. Un padre que nos ama a todos los hombres y que nos hace sus hijos para que seamos y vivamos como hermanos entre nosotros, en el camino hacia la vida eterna.

Por eso Jesús, confirma la afirmación de Pedro: , Él es el Mesías verdadero, llamado a instaurar libremente y por amor el Reino de Dios, pero a través de un camino, que lo lleva a sufrir mucho, ser rechazado por las autoridades del pueblo, ser condenado a muerte y resucitar después de tres días. Sus palabras no dejan dudas: el Reinado de Dios que Jesús instaura no pasa por la fama y la gloria ni se ejerce como los poderes de este mundo, políticos, militares y económicos, sino con la cruz del amor y del servicio.

Este es el Mesías que anunciaba el profeta Isaías con la imagen del siervo sufriente, como hemos escuchado en la 1ª lectura: “El Señor abrió mi oído y yo no me resistí ni me volví atrás. Ofrecí mi espalda a los que me golpeaban y mis mejillas, a los que me arrancaban la barba; no retiré mi rostro cuando me ultrajaban y escupían”.

Las palabras de Jesús caen muy mal a Pedro que lo lleva aparte y lo reprende. Para los discípulos es difícil salir de su esquema de Mesías, no pueden imaginar que el enviado de Dios pueda ser rechazado, perseguido y matado. Jesús, en presencia de los discípulos, reprende a Pedro con firmeza: «¡Retírate, ve detrás de mí, Satanás! Porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres». El llama a Pedro “Satanás”, o sea adversario, porque sus palabras reflejan criterios puramente humanos y opuestos al designio de Dios y le ordena colocarse en el lugar que le corresponde como discípulo: caminar detrás de Jesús, seguir sus pasos y no interponerse en el camino de la cruz.

Luego Jesús se dirige a toda la gente indicando cuales son las exigencias para ser sus discípulos: «El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga». Palabras decisivas y provocadoras: si alguien quiere ser cristiano y seguir a Jesús, que renuncie a ser gestor único de su vida y que acoja la voluntad del Señor estando dispuesto a cargar con la cruz. Seguir a Jesús y ser cristianos no es cuestión solo de doctrina sino de un nuevo modo de concebir la vida, de vivirla y gastarla por él y el Evangelio.

Además advierte con claridad que seguirle a él y al Evangelio, implica estar dispuestos a cargar con la cruz, sufrir incomprensiones, rechazos y hasta persecuciones y muerte. Este es el único camino que nos lleva no solo a realizar en plenitud nuestra vida acá en la tierra sino a la salvación eterna. «Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí y por la Buena Noticia, la salvará».

Es la actitud que ha asumido el Siervo del Señor que no se ha resistido a la llamada de Dios y que, por el contrario, ha abierto su corazón para que Dios actúe en su vida, a costa de persecuciones y ultrajes: “El Señor me ha abierto el oído y yo no me resistí ni me eché atrás”.  No hay dudas de que seguir a Jesús hoy conlleva cargar con la cruz del anticonformismo y estar dispuestos a ir en contra de la corriente general de nuestro mundo donde no está de moda ser cristianos, menos aún hablar de la cruz.

Además nos pueden acobardar nuestras debilidades y pecados personales y comunitarios, nuestra falta de coherencia, nuestra cobardía en profesar en público la fe y nuestro miedo ante las incomprensiones, las burlas y el rechazo de una cultura indiferente y hostil a Dios. Sin embargo, como nos dice el profeta Isaías, el Señor viene en nuestra ayuda, Él que primero ha cargado con la cruz y está a nuestro lado dándonos el valor para enfrentar con valentía esos retos.

Antes de terminar unas palabras acerca del drama del niño Sebastián, sus padres y familiares, y todos los que están implicados en esta tragedia que nos ha impactado a todos: los acompañamos con nuestra oración y sincera solidaridad. Considero que no está en nuestras manos juzgar, y que más bien esta desventura ha desvelado una vez más el estado deplorable y las graves deficiencias en que se encuentra el sistema de salud pública en nuestro país. En vano, desde muchos años se eleva un clamor para que se prioricen políticas sociales por encima de todos los demás rubros. Ha llegado la hora inaplazable de implementarlas, sin cálculos y afanes electoralistas, pensando en las personas concretas: los enfermos, los pobres, los niños huérfanos y abandonados, los ancianos y todos los sectores vulnerables descartados de la sociedad.

Como cristianos estamos llamados a unir nuestros esfuerzos para que esto se haga realidad, acogiendo también con agrado la invitación del papa Francisco a orar por los operadores de salud, en particular a los médicos, que mañana celebran su día, para que pongan todo “su esfuerzo en dignificar cada día más su profesión y para acompañar, cuidar y valorizar el inmenso don que significan las personas que sufren a causa de la enfermedad”. Pongamos toda nuestra confianza en el Señor con la certeza de que, como dice el salmista: “Él escucha el clamor de nuestras súplicas, e inclina su oído hacia nosotros, cuando nosotros lo invocamosAmén.

Oficina de prensa de la Arquidiócesis de Santa Cruz

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