“Están llamadas a imitar a la Virgen María, Madre de Dios, siendo servidoras del Señor, dijo el Arzobispo a las nuevas consagradas “ORDO VIRGINUM”

Ana María Quiroz Núñez, Ana Paola Prada Robles, María Rosario Ramírez Castillo, Mery Guzmán Dávalos y Mirian Laura Añazgo Rueda, son las primeras cinco mujeres que, en nuestra Arquidiócesis, emitieron ante la comunidad sus propósitos de castidad perfecta y perpetua. Estas hermanas en la fe se han entregado a Dios de una manera definitiva y solemne en manos de su Obispo.

Este gran acontecimiento marca en la Arquidiócesis de Santa Cruz de la Sierra, el renacer de un carisma de la vida consagrada femenina, “ORDO VIRGINUM”.

La Celebración de consagración fue presidida por Mons. Sergio Gualberti y concelebrada por los Obispos Auxiliares, Mons. Braulio Sáez (Obispo Emérito), Mons. René Leigue, Mons. Jesús Galeote Tormo, Obispo del Vicariato Apostólico de Camiri, el Vicario General, P. Juan Crespo, P. Hugo Ara. Vicario de Comunicación y grupo nutrido de Sacerdotes, hoy 25 de marzo en la Solemnidad de la Anunciación del Señor a las 18:30 horas en la Basílica Menor de San Lorenzo Mártir – Catedral.

Durante su homilía el prelado dijo: Nuestra Iglesia de Santa Cruz es bendecida con un evento eclesial de gran relevancia: las cinco hermanas, que acaban de ser presentadas a la comunidad, hacen su consagración virginal al Señor. Esta consagración tiene una raíces muy antiguas en la Iglesia, ya algunos pasajes del Nuevo Testamento atestiguan la presencia de mujeres en las comunidades apostólicas que, eligiendo el carisma de la virginidad, lo abrazaron como una condición estable de vida para ocuparse, con un corazón no dividido, de las cosas del Señor, el florecer de esa vocación, hizo que en breve tiempo se llegara a instituir en la Iglesia el “orden de las vírgenes”, a lado del orden de los presbíteros y él de los diáconos.

Así mismo aseguró que eestas hermanas están llamadas a quedarse en su entorno familiar y social, y a participar activamente en la vida de la comunidad reunida en tormo al obispo, manifestando el carácter santo de la Iglesia, la Esposa purificada y santificada por el amor del Esposo, vigilante a la espera de su regreso glorioso y anticipadora del encuentro con Él.

La belleza de esta vocación contribuye a mostrar la belleza del Señor que transfigura, transforma la vida de tantas mujeres que lo experimentan todos los días. Ellas provienen de nuestra Iglesia Local, de nuestras familias y entorno; cada una de ellas, según su estado y profesión, consagra todo su ser para amar al Señor con mayor ardor y servir con más libertad a los hermanos, para la extensión del Reino de Dios imbuyendo las actividades humanas de espíritu cristiano.

María, desde ese primer momento, profesa la obediencia de la fe abandonándose por completo a la voluntad Dios; su sí le acompaña a lo largo de toda su vida y le da la fortaleza de superar los dolores y de acompañar a su hijo Jesús durante toda su vida en Nazaret, en su ministerio público y a los pies de la cruz.

También el arzobispo aseveró que Jesús y María han trazado a todos nosotros y en particular a ustedes queridas hijas, el camino para recibir el don de la gracia que salva: cumplir la voluntad de Dios, dando un sí sincero a Él, el Dios del amor y la vida.

Que toda su vida sea consecuente con la vocación y dignidad a las que han sido llamadas. La Iglesia las considera como porción bendecida del rebaño de Dios, llamadas a imitar a la Virgen María, Madre de Dios, siendo servidoras del Señor.

También Monseñor pidió a las consagradas que mantengan intactas su fe, conserven la firmeza de su esperanza, alimenten una sincera caridad. Alimenten con la Eucaristía sus corazones consagrados a Dios, mediten la Palabra de Dios, sean constantes en las obras de misericordia y en la oración, en particular recitando diariamente el Oficio divino, uniendo así sus voces a la del sacerdote y de la Iglesia alabando a Dios e intercediendo por la humanidad. Dedíquense a las cosas de Dios con una vida escondida con Cristo en Dios.

ORDO VIRGINUM no cuenta con fundadoras ni superioras entre sus consagradas, sino que dependen directamente del Obispo diocesano del lugar. Es el Obispo quien tiene la facultad de admitir a las aspirantes, guiar su formación, presidir su Consagración, velar por su vida espiritual y por la atención pastoral, que desarrollen como consagradas. Las vírgenes consagradas pueden vivir en comunidad y también solas, con sus familias o en otras condiciones favorables a su vocación. 

¿CUÁL ES LA DIFERENICIA DE ESTA VOCACIÓN CON RELACION A OTRAS MUJERES QUE VIVEN INTENSAMENTE SU FE Y SERVICIO A LA IGLESIA?

Se diferencia, principalmente, en los siguientes aspectos:

  1. Si no viven en comunidad, deben mantener una estrecha relación entre sí, celebrar reuniones mensuales de formación, retiros espirituales o convivencias.
  2. Las candidatas a esta Orden no deben haber contraído nunca nupcias, ni vivido pública y manifiestamente en contra de la castidad.
  3. Se sustentan con el fruto de sus trabajos, ya que siguen ejerciendo sus profesiones una vez consagradas.

Se trata de una vocación cuya misión es servir a la pastoral de la iglesia local, con voto de obediencia al Obispo. Son mujeres alegres y consagradas, cuya disponibilidad hace que no miren el reloj cuando estén acompañando al que las necesita.

GALERÍA FOTOGRÁFICA

Homilía de Mons. Sergio Gualberti, Arzobispo de Santa Cruz

25/03/2021. Consagración “ORDO VIRGINUM”

Hermanos y hermanas, en este día de la solemnidad de la “Anunciación del Señor”, nuestra Iglesia de Santa Cruz es bendecida con un evento eclesial de gran relevancia: las cinco hermanas, que acaban de ser presentadas a la comunidad, hacen su consagración virginal al Señor. Esta consagración tiene una raíces muy antiguas en la Iglesia, ya aalgunos pasajes del Nuevo Testamento atestiguan la presencia de mujeres en las comunidades apostólicas que, eligiendo el carisma de la virginidad, lo abrazaron como una condición estable de vida para ocuparse, con un corazón no dividido, de las cosas del Señor, el florecer de esa vocación, hizo que en breve tiempo se llegara a instituir en la Iglesia el “orden de las vírgenes”, a lado del orden de los presbíteros y él de los diáconos.

Los Padres de la Iglesia, refiriéndose a la enseñanza de San Pablo, daban a las vírgenes cristianas el título de “esposa de Cristo”, que es propio de la Iglesia: en ellas, de hecho, veían reflejada la imagen de la Iglesia, virgen porque conserva intacta la fe, esposa porque está indisolublemente unida a Cristo su Esposo, madre porque el Crucificado Resucitado genera en ella la nueva vida según el Espíritu. Durante el período de las persecuciones, numerosas vírgenes cristianas sellaron su consagración con el martirio. Durante la Edad Media con la afirmación del monaquismo, las vírgenes consagradas se reunieron progresivamente en los monasterios, hasta que el Concilio Vaticano II, bajo la acción del Espíritu Santo, reinstituyó la Orden de las Vírgenes según el ideal inicial y que resulta muy apropiado a nuestros tiempos, tanto es así que actualmente, en el mundo, hay más de 5000 consagradas.

Ellas están llamadas a quedarse en su entorno familiar y social, y a participar activamente en la vida de la comunidad reunida en tormo al obispo, manifestando el carácter santo de la Iglesia, la Esposa purificada y santificada por el amor del Esposo, vigilante a la espera de su regreso glorioso y anticipadora del encuentro con Él.

La belleza de esta vocación contribuye a mostrar la belleza del Señor que transfigura, transforma la vida de tantas mujeres que lo experimentan todos los días. Ellas provienen de nuestra Iglesia Local, de nuestras familias y entorno; cada una de ellas, según su estado y profesión, consagra todo su ser para amar al Señor con mayor ardor y servir con más libertad a los hermanos, para la extensión del Reino de Dios imbuyendo las actividades humanas de espíritu cristiano.

Para esta celebración hemos escogido esta fiesta en la que revivimos un momento decisivo en la historia de la salvación; el anuncio del ángel Gabriel a María, joven virgen de Nazaret: “¡Alégrate!, llena de gracia, el Señor está contigo… Concebirás y darás a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús, el será grande y será llamado Hijo del Altísimo“. Este anuncio gozoso vuelve a resonar hoy para nuestra Iglesia y toda la humanidad: el niño que, por el Espíritu Santo inicia su vida en el seno virginal de María, es el “Hijo de Dios Altísimo“, que asume nuestra naturaleza para cumplir la voluntad del Padre que quiere salvar a la humanidad entera.

En la 2da lectura de la carta a los Hebreos, Jesús mismo dice:” Yo vengo para hacer, oh Dios, tu voluntad”. Y la voluntad de Dios es hacernos partícipe de su vida divina, salvándonos de la esclavitud del pecado. En toda su vida Jesús ha cumplido la voluntad de Dios y muy a menudo se retiraba en lugares solitarios a orar para que todo lo que predicaba y obraba estuviera en comunión plena con el Padre. La fidelidad de Jesús al Padre y su solidaridad con nuestra condición humana lo llevó al extremo de entregar libremente su vida en la cruz.

Sin embargo, para que Dios cumpliera su plan de vida, junto al sí de Jesús, hacía falta otro sí, el de María. El encuentro de estos dos “sí“, el sí divino y el sí humano, abrió las puertas para que Dios plasmara el plan de salvación. El sí de María es un sí consciente y sufrido que pasa por la duda y el desconcierto.

El Ángel se encarga de serenarla: “No temas, María, porque Dios te ha favorecidoEl Espíritu Santo descenderá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso ese niño será Santo y será llamado Hijo de Dios”. Aceptando ser la madre de Jesús, María no pierde su virginidad, sino que ésta asume un nuevo sentido espiritual: ser signo de la pobreza radical de la criatura humana ante Dios y de la disponibilidad de persona creyente al proyecto del Señor.

Confiada en estas palabras María dice sí a Dios y a su voluntad poniéndose a su servicio, un sí al amor y a la vida, aun sabiendo que por la ley judía podía sufrir la marginación, el rechazo del pueblo y hasta la lapidación: “Yo soy la servidora del Señor, que se haga en mí según tu Palabra”. La actuación de Dios nos sorprende; elige a una joven humilde de una pequeña aldea del campo, para hacer grandes cosas. De la misma manera, el Señor se ha fijado en ustedes, queridas hijas, no por sus dones y talentos, sino por puro amor y para que, en la debilidad humana, resalte su grandeza. Así lo proclama María misma ante su prima Isabel: “Mi alma engrandece al Señor,… porque se fijó en la humildad de su servidora…. Porque obras grandes hizo en mí el Poderoso”.

María, desde ese primer momento, profesa la obediencia de la fe abandonándose por completo a la voluntad Dios; su sí le acompaña a lo largo de toda su vida y le da la fortaleza de superar los dolores y de acompañar a su hijo Jesús durante toda su vida en Nazaret, en su ministerio público y a los pies de la cruz.

Jesús y María han trazado a todos nosotros y en particular a ustedes queridas hijas, el camino para recibir el don de la gracia que salva: cumplir la voluntad de Dios, dando un sí sincero a Él, el Dios del amor y la vida.

Que toda su vida sea consecuente con la vocación y dignidad a las que han sido llamadas. La Iglesia las considera como porción bendecida del rebaño de Dios, llamadas a imitar a la Virgen María, Madre de Dios, siendo servidoras del Señor.

Mantengan intactas su fe, conserven la firmeza de su esperanza, alimenten una sincera caridad. Alimenten con la Eucaristía sus corazones consagrados a Dios, mediten la Palabra de Dios, sean constantes en las obras de misericordia y en la oración, en particular recitando diariamente el Oficio divino, uniendo así sus voces a la del sacerdote y de la Iglesia alabando a Dios e intercediendo por la humanidad. Dedíquense a las cosas de Dios con una vida escondida con Cristo en Dios. Eleven sus plegarias por las familias, por los enfermos, las personas solas y abandonadas, los pobres y los últimos de la sociedad y oren por la conversión de los pecadores. Y recuerden siempre que ustedes están dedicadas al servicio de la Iglesia y de todos los hermanos. Brille de tal manera su luz sobre los hombres, que Dios Padre sea glorificado y se cumpla su designio de restaurar todo en Cristo.

La vocación y misión que Dios les confía es hermosa pero ardua y a lo mejor ustedes sienten todo el peso de las limitaciones y debilidades de la naturaleza humana. Esta tarde, el Ángel Gabriel les repite a cada una de ustedes, como a la Virgen María: No temas”. Confíen en su palabra y, de la mano de la Virgen María, sigan los pasos de Jesús y digan con disponibilidad y gozo: “Aquí estoy Señor para hacer tu voluntad”. Con el conforto del Señor a su lado y de nuestras oraciones fraternas, inicien, queridas hijas, esta nueva vida con esperanza y confianza, animadas por la luz y la fuerza del Espíritu del Señor.  Amén

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