Bolivia perdió 39% de sus aguas superficiales; Santa Cruz, el 65%

MapBiomas y la Red Amazónica de Información Socioambiental Georreferenciada (RAISG) lanzaron la plataforma digital “Agua, indicador de vida: 23 años de cambios en los países amazónicos”

“Existe el riesgo de un punto de no retorno, que debemos evitar”, dijo Carlos Souza, del Instituto do Homem e Meio Ambiente da Amazônia (Imazon), durante el lanzamiento de MapBiomas Agua, llamado Agua, indicador de vida: 23 años de cambios en los países amazónicos, a cargo de la Red Amazónica de Información Socioambiental Georreferenciada (RAISG) y la iniciativa MapBiomas.

La presentación se realizó en Lima (Perú) a fines de septiembre de este año, contó con representantes de los nueve países que conforman la región amazónica, y arrojó datos alarmantes sobre la pérdida de aguas superficiales entre 1985 y 2022.

“En la Amazonia, en general, tenemos un proceso de calentamiento. Los veranos están más largos y calientes, y hay más eventos climáticos extremos”, agregó Souza, que además recalcó la existencia de una relación muy estrecha entre la cobertura boscosa y el agua.
“Está claro que esto (la disminución de aguas superficiales) se relaciona con la dinámica de deforestación y (cambios en el) uso del suelo”, indicó.

Según Juliano Schirmbeck, de Geokarten, de todos los países amazónicos, proporcionalmente, Colombia, Guyana y Bolivia son los que más extensión perdieron de aguas superficiales.”Una de las situaciones más críticas se da en el Pantanal”, lamentó.

De acuerdo a las estadísticas de MapBiomas Agua, en el periodo de 1985 a 2022, Bolivia redujo en 39% sus aguas superficiales naturales, como ríos, lagunas, etc.

A escala departamental, la situación de Santa Cruz es más seria, ya que sus aguas superficiales decrecieron un 65% entre 1985 y 2022, lo que equivale a 265.107 hectáreas menos.

En pérdidas, a Santa Cruz le siguen, en ese orden, Beni, con -48,73; Chuquisaca, con -37,7%; Oruro, con 34,4%; Cochabamba, con -26,6%; Tarija, con -21,5%; La Paz, con -11,6; y Pando, con -7%.

Potosí es el único con una tendencia positiva en cuanto a la extensión de aguas superficiales; sin embargo, la sequía que atraviesa hoy contradice los números, lo que podría explicarse con los argumentos de Efraín Turpo, del Instituto del Bien Común (IBC Perú).
Según él, en sitios andinos surgen nuevas lagunas como consecuencia del derretimiento de los glaciares. “Con la muerte de un glaciar nace una nueva laguna, lo que no necesariamente es alentador y significa más agua disponible. Muchas veces, estas nuevas lagunas representan riesgo para la población, ya que traen problemas en los servicios ecosistémicos, porque un glaciar está asociado a un ecosistema”, aclaró.

Turpo aclaró que el cambio en glaciares puede ser acelerado por lo que pasa en la Amazonia en general, como la quema, que genera carbono negro, emisiones urbanas, etc.

Edson Ramírez, del Parque Nacional Huascarán, en Perú, dijo que con la formación de lagunas por reducción de glaciares también se dan cambios en la composición del agua, como la acidificación, que puede afectar a los animales y las personas.

Schirmbeck explicó que se ha visto que las “ganancias” en agua superficial, a veces se dan por la acción antrópica (mano del hombre), por ejemplo, cuando aumentan represas, etc., “mientras pierden extensión los sitios naturales”.

En cuanto a las macrorregiones bolivianas, los Andes han perdido el 21% de sus aguas superficiales. El primer lugar de disminución lo ocupa el Pantanal, con casi -90%; le sigue la Chiquitania, con -60%; tucumano boliviano, con -48%; el Chaco, con -42,3%; la Amazonía, con -42%.
Según la división municipal en el departamento de Santa Cruz, la sequía azota a jurisdicciones como San Ignacio de Velasco, que ha visto disminuidas sus extensiones de agua superficial en 78,5%, entre 1985 y 2022, con -32.421 hectáreas. En San Miguel hay -71%; en San Rafael, -59%; en Roboré, -95%, ya que pasó de 210 hectáreas de aguas superficiales en 1985, a 11 ha en 2022. En San Matías, el decremento ya alcanza el 81%.

Eva Mollinedo, de la Fundación Amigos de la Naturaleza (FAN), expuso en el lanzamiento de MapBiomas Agua sobre la fragmentación de cuerpos de agua, y ejemplificó con el caso de la subcuenca de la Laguna Pistola, que se ubica en la Chiquitania, zona de transición entre Chaco y Amazonía, y que en las últimas dos décadas presenta alteraciones en su dinámica. 

Para Mollinedo, esta subcuenca sufrió una serie de alteraciones, sobre todo debido a la deforestación, al cambio de uso de suelo –de bosque a cultivo-, y a la construcción de terraplenes y canales artificiales, que drenan varios de los cuerpos de agua.

Dijo que antes del año 2000 estos cuerpos de agua eran más estables, pero que a partir de 2000, con el incremento drástico de la deforestación, hay lagunas que se secan, otras se dividen o fragmentan, y se mueve el curso de los ríos.

“En 1990, esta subcuenca tenía 14 lagunas, que sumaban 15.800 hectáreas, mientras que en 2017 ya llegaban a 25 lagunas, que sin embargo solo tenían 6.700 ha”, puso como muestra de la fragmentación, con disminución de la extensión de aguas superficiales.

Mollinedo, además, reconoció que este fenómeno va acompañado de cambios en las precipitaciones de lluvias en las últimas décadas en esa región. “Disminuyeron las precipitaciones y la ventana de la época seca se amplió, de un par de semanas, a tres meses, lo que también contribuye a la fragmentación de los cuerpos de agua”, agregó.

Rodney Camargo, de la Dirección de Investigación de FAN, reconoció la vulnerabilidad de la Chiquitania también tiene que ver con que la extensión de aguas superficiales -originalmente y sin las pérdidas- ya era pequeña. 

Rol de la deforestación
Juan Carlos Sauma, experto en temas hidráulicos, sugirió cruzar la información de la deforestación con la de disminución de las aguas superficiales. A mayor deforestación, menores extensiones de aguas superficiales”, recalcó.

Según Sauma, por lo observado durante los últimos años en la región, algunas zonas con menor cobertura vegetal presentan síntomas de sequía hidrológica, por descenso de la precipitación o porque las tormentas extremas simplemente circulan por quebradas y ríos, y no pueden ser almacenadas en cuerpos de agua y en los acuíferos locales, “pues es reducido el efecto favorable de la vegetación, interceptando la lluvia y favoreciendo la acumulación de agua en reservorios naturales”.

Cuestionó la centralización de competencias por más de quince años de gestión absolutamente inadecuada de los recursos hídricos, con créditos millonarios para proyectos dispersos de agua potable y riego, gestionados sin planificación hídrica integral, y espacio-temporal. 

“Han generado una emergencia a escala nacional sin precedentes, y de consecuencias todavía desconocidas, afectando a los más pobres y vulnerables de manera directa”, argumentó.

La diputada María José Salazar apuntó a que hace muchos años existen problemas en muchos municipios del país por la escasez o falta de agua, y que sin embargo, no existen planes de prevención y contingencia. 

“Perforar pozos no es una solución, al contrario, se incentiva la política extractivista y la ampliación de la frontera agrícola en desmedro del cuidado de los bosques y humedales. La negligencia con la que han venido tratando el tema de recursos hídricos, a la par de un falso discurso pachamamista, está cobrando una factura muy alta al país”, aludió. Para Salazar, se deben analizar las responsabilidades de las diferentes autoridades que han pasado por los ministerios, y auditar cada peso presupuestado. “Ejecutan, pero nadie sabe a dónde va el dinero”, lamentó.

Plan hídrico
Adita Montaño, coordinadora de Cambio Climático de la Gobernación de Santa Cruz, en el lanzamiento de los MapBiomas Agua explicó que el Gobierno departamental tiene una política de cambio climático y seguridad hídrica, y aseguró que se está implementando. 

“Santa Cruz tiene una cobertura boscosa de 220.000 km2, y es un departamento agroexportador. Nos está afectando el tema de la frontera agrícola, la deforestación, el estrés hídrico, y los incendios forestales desde 2019. Pero tenemos una hoja de ruta, refrendada por decreto departamental 335/2021”, adujo.

Según Montaño, entre los principales objetivos figuran: reducir la pérdida anual de la cobertura boscosa en ecosistemas priorizados por sus funciones ambientales. También restaurar fuentes de agua y cabeceras de cuenca; y reducir emisiones del Gas de Efecto Invernadero (GEI) en 80% hasta 2050, con respecto a 2021.

“La GTZ (Cooperación Alemana) nos está apoyando. Lo difícil es convencer a los no convencidos, hacer entender a los privados que puede haber rédito, pero siempre haciendo bien las cosas”, exhortó.

“Existe el riesgo de un punto de no retorno, que debemos evitar”, dijo Carlos Souza, del Instituto do Homem e Meio Ambiente da Amazônia (Imazon), durante el lanzamiento de MapBiomas Agua, llamado Agua, indicador de vida: 23 años de cambios en los países amazónicos, a cargo de la Red Amazónica de Información Socioambiental Georreferenciada (RAISG) y la iniciativa MapBiomas. La presentación se realizó en Lima (Perú) a fines de septiembre de este año, contó con representantes de los nueve países que conforman la región amazónica, y arrojó datos alarmantes sobre la pérdida de aguas superficiales entre 1985 y 2022.

“En la Amazonia, en general, tenemos un proceso de calentamiento. Los veranos están más largos y calientes, y hay más eventos climáticos extremos”, agregó Souza, que además recalcó la existencia de una relación muy estrecha entre la cobertura boscosa y el agua.
“Está claro que esto (la disminución de aguas superficiales) se relaciona con la dinámica de deforestación y (cambios en el) uso del suelo”, indicó.
Según Juliano Schirmbeck, de Geokarten, de todos los países amazónicos, proporcionalmente, Colombia, Guyana y Bolivia son los que más extensión perdieron de aguas superficiales.”Una de las situaciones más críticas se da en el Pantanal”, lamentó.

De acuerdo a las estadísticas de MapBiomas Agua, en el periodo de 1985 a 2022, Bolivia redujo en 39% sus aguas superficiales naturales, como ríos, lagunas, etc.

A escala departamental, la situación de Santa Cruz es más seria, ya que sus aguas superficiales decrecieron un 65% entre 1985 y 2022, lo que equivale a 265.107 hectáreas menos.

En pérdidas, a Santa Cruz le siguen, en ese orden, Beni, con -48,73; Chuquisaca, con -37,7%; Oruro, con 34,4%; Cochabamba, con -26,6%; Tarija, con -21,5%; La Paz, con -11,6; y Pando, con -7%.

Potosí es el único con una tendencia positiva en cuanto a la extensión de aguas superficiales; sin embargo, la sequía que atraviesa hoy contradice los números, lo que podría explicarse con los argumentos de Efraín Turpo, del Instituto del Bien Común (IBC Perú).
Según él, en sitios andinos surgen nuevas lagunas como consecuencia del derretimiento de los glaciares. “Con la muerte de un glaciar nace una nueva laguna, lo que no necesariamente es alentador y significa más agua disponible. Muchas veces, estas nuevas lagunas representan riesgo para la población, ya que traen problemas en los servicios ecosistémicos, porque un glaciar está asociado a un ecosistema”, aclaró.

Turpo aclaró que el cambio en glaciares puede ser acelerado por lo que pasa en la Amazonia en general, como la quema, que genera carbono negro, emisiones urbanas, etc.

Edson Ramírez, del Parque Nacional Huascarán, en Perú, dijo que con la formación de lagunas por reducción de glaciares también se dan cambios en la composición del agua, como la acidificación, que puede afectar a los animales y las personas.

Schirmbeck explicó que se ha visto que las “ganancias” en agua superficial, a veces se dan por la acción antrópica (mano del hombre), por ejemplo, cuando aumentan represas, etc., “mientras pierden extensión los sitios naturales”.

En cuanto a las macrorregiones bolivianas, los Andes han perdido el 21% de sus aguas superficiales. El primer lugar de disminución lo ocupa el Pantanal, con casi -90%; le sigue la Chiquitania, con -60%; tucumano boliviano, con -48%; el Chaco, con -42,3%; la Amazonía, con -42%.
Según la división municipal en el departamento de Santa Cruz, la sequía azota a jurisdicciones como San Ignacio de Velasco, que ha visto disminuidas sus extensiones de agua superficial en 78,5%, entre 1985 y 2022, con -32.421 hectáreas. En San Miguel hay -71%; en San Rafael, -59%; en Roboré, -95%, ya que pasó de 210 hectáreas de aguas superficiales en 1985, a 11 ha en 2022. En San Matías, el decremento ya alcanza el 81%.

Eva Mollinedo, de la Fundación Amigos de la Naturaleza (FAN), expuso en el lanzamiento de MapBiomas Agua sobre la fragmentación de cuerpos de agua, y ejemplificó con el caso de la subcuenca de la Laguna Pistola, que se ubica en la Chiquitania, zona de transición entre Chaco y Amazonía, y que en las últimas dos décadas presenta alteraciones en su dinámica.

 
Para Mollinedo, esta subcuenca sufrió una serie de alteraciones, sobre todo debido a la deforestación, al cambio de uso de suelo -de bosque a cultivo-, y a la construcción de terraplenes y canales artificiales, que drenan varios de los cuerpos de agua.


Dijo que antes del año 2000 estos cuerpos de agua eran más estables, pero que a partir de 2000, con el incremento drástico de la deforestación, hay lagunas que se secan, otras se dividen o fragmentan, y se mueve el curso de los ríos.

“En 1990, esta subcuenca tenía 14 lagunas, que sumaban 15.800 hectáreas, mientras que en 2017 ya llegaban a 25 lagunas, que sin embargo solo tenían 6.700 ha”, puso como muestra de la fragmentación, con disminución de la extensión de aguas superficiales.

Mollinedo, además, reconoció que este fenómeno va acompañado de cambios en las precipitaciones de lluvias en las últimas décadas en esa región. “Disminuyeron las precipitaciones y la ventana de la época seca se amplió, de un par de semanas, a tres meses, lo que también contribuye a la fragmentación de los cuerpos de agua”, agregó.

Rodney Camargo, de la Dirección de Investigación de FAN, reconoció la vulnerabilidad de la Chiquitania también tiene que ver con que la extensión de aguas superficiales -originalmente y sin las pérdidas- ya era pequeña.

 
Rol de la deforestación
Juan Carlos Sauma, experto en temas hidráulicos, sugirió cruzar la información de la deforestación con la de disminución de las aguas superficiales. A mayor deforestación, menores extensiones de aguas superficiales”, recalcó. 

Según Sauma, por lo observado durante los últimos años en la región, algunas zonas con menor cobertura vegetal presentan síntomas de sequía hidrológica, por descenso de la precipitación o porque las tormentas extremas simplemente circulan por quebradas y ríos, y no pueden ser almacenadas en cuerpos de agua y en los acuíferos locales, “pues es reducido el efecto favorable de la vegetación, interceptando la lluvia y favoreciendo la acumulación de agua en reservorios naturales”.
Cuestionó la centralización de competencias por más de quince años de gestión absolutamente inadecuada de los recursos hídricos, con créditos millonarios para proyectos dispersos de agua potable y riego, gestionados sin planificación hídrica integral, y espacio-temporal. 

“Han generado una emergencia a escala nacional sin precedentes, y de consecuencias todavía desconocidas, afectando a los más pobres y vulnerables de manera directa”, argumentó.

La diputada María José Salazar apuntó a que hace muchos años existen problemas en muchos municipios del país por la escasez o falta de agua, y que sin embargo, no existen planes de prevención y contingencia. 

“Perforar pozos no es una solución, al contrario, se incentiva la política extractivista y la ampliación de la frontera agrícola en desmedro del cuidado de los bosques y humedales. La negligencia con la que han venido tratando el tema de recursos hídricos, a la par de un falso discurso pachamamista, está cobrando una factura muy alta al país”, aludió.
Para Salazar, se deben analizar las responsabilidades de las diferentes autoridades que han pasado por los ministerios, y auditar cada peso presupuestado. “Ejecutan, pero nadie sabe a dónde va el dinero”, lamentó.


Plan hídrico
Adita Montaño, coordinadora de Cambio Climático de la Gobernación de Santa Cruz, en el lanzamiento de los MapBiomas Agua explicó que el Gobierno departamental tiene una política de cambio climático y seguridad hídrica, y aseguró que se está implementando. 

“Santa Cruz tiene una cobertura boscosa de 220.000 km2, y es un departamento agroexportador. Nos está afectando el tema de la frontera agrícola, la deforestación, el estrés hídrico, y los incendios forestales desde 2019. Pero tenemos una hoja de ruta, refrendada por decreto departamental 335/2021”, adujo.

Según Montaño, entre los principales objetivos figuran: reducir la pérdida anual de la cobertura boscosa en ecosistemas priorizados por sus funciones ambientales. También restaurar fuentes de agua y cabeceras de cuenca; y reducir emisiones del Gas de Efecto Invernadero (GEI) en 80% hasta 2050, con respecto a 2021.
“La GTZ (Cooperación Alemana) nos está apoyando. Lo difícil es convencer a los no convencidos, hacer entender a los privados que puede haber rédito, pero siempre haciendo bien las cosas”, exhortó.

FUENTE EL DEBER

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