Obispo cuenta cómo su diócesis pasó de 900 a 90.000 católicos

Muchos obispos pasan sus días planificando meticulosamente la administración de sus diócesis, pero ese no es el caso de Mons. George Pallipparambil, Obispo de Miao (India) quien señala que los planes los hace Dios y él solo escucha y responde activamente.

Oficialmente la Diócesis de Miao existe desde el año 2005, pero el Obispo supo promover una especial grey en la región noreste de India desde hace cuatro décadas, haciéndola crecer de 900 fieles en 1979 a más de 90.000, lo que constituyen el 20% de la población local.

En entrevista concedida a CNA –agencia en inglés del Grupo ACI– el Prelado relató que cuando llegó no tenía planes, no había iglesia ni nada. Al ser preguntado sobre cómo sucedieron las cosas, responde con sencillez: “Dios lo hizo”.

Los primeros años

Hasta hace muy poco tiempo, la Diócesis de Miao, situada en la frontera con China en el estado noreste de Arunachal Pradesh, era considerada remota y casi inaccesible.

Cuando Mons. Pallipparambil llegó hace 40 años, la región era administrada por el ejército indio como una especie de “estado dentro de otro estado”. Poblada entonces por tribus mongólicas que estaban en conflicto, el Obispo cuenta que se podía considerar “un lugar casi prohibido para la Iglesia”.

Antes de saber que iría a la región noreste de India, el Obispo ayudó a crear una escuela para los niños de las tribus que habían migrado a Kerala en el sur. Cuando los pequeños regresaban a sus tribus bien alimentados, leyendo, escribiendo, y cristianos, los mayores devolvían a los chicos con un mensaje.

El Obispo lo recuerda claramente: “Querido Padre George, por favor venga y cuéntenos más sobre este Dios Jesús, que ha hecho tanto por nuestros niños”. Así fue que se dirigió al noreste en 1979 y se quedó allí desde entonces.

Los primeros años estuvieron marcados por la prueba, ya que en la región los sacerdotes y la evangelización estaban prohibidos. Un día, cuando iba de pueblo en pueblo anunciando el Evangelio con un laico, fue arrestado y llevado al cuartel de la policía local. Era la Navidad de 1980.

“No éramos bienvenidos. Nos detuvieron a las 10:30 por la mañana y nos interrogaron por horas”, recuerda el Prelado con una sonrisa.

Cuando se supo de su detención en el último pueblo donde habían estado predicando, “terminaron su celebración de Navidad y luego todos los hombres –varios cientos– llegaron con espadas y antorchas hasta la estación de policía” con un pedido: “Devuélvannos a nuestro padre”.

“Finalmente –dijo el Prelado a CNA– alrededor de la 1:30 a.m. fuimos llevados de regreso a nuestra misión”.

La libertad del Evangelio

Mons. Pallipparambil descubrió que la gente tenía hambre por el Evangelio. “Vivían al nivel del animismo. Para ellos el Evangelio era algo muy significativo y les daba la liberación en un sentido muy amplio, ya que les otorgó una dignidad que no habían conocido antes”.

Ya que la conversión al cristianismo sigue siendo un asunto complejo en la India, el Obispo explicó que no se trata de “hacer” conversiones, sino de dejar que el mensaje transformador del Evangelio hable por sí mismo.

“La conversión, debidamente entendida, especialmente en India, es como un niño que está creciendo: es natural. Para ellos fue tan simple como esto: nacieron y vivían una forma primitiva de religión, pero luego encontraron algo mejor”.

“La religión es algo de la vida de todos los días de la persona, y ellos estaban esclavizados por estas creencias animistas que eran todo lo que conocían”, dijo el Prelado a CNA.

Lo que conocían era el sacrificio ritual de animales, algo que los tenía literalmente en la pobreza. “El cristianismo, la libertad del Evangelio, también fue una forma de liberación económica”, indicó, ya que de esa forma se abrieron a cosas como la medicina, la educación y varias otras más que no tenían antes.

“Nunca nos concentramos en poner el Evangelio en la cabeza de nadie. Nuestra meta primaria era ayudarlos con lo que se necesitara: educación, medicina, lo que fuera. Estos eran los trabajos que hacíamos, y ellos comprendían. Veían que estábamos allí, viviendo con ellos, entre ellos, vieron el testimonio. Aceptar el Evangelio fue fruto de nuestro trabajo de amor, dado libremente”.

El Obispo logró abrir unas 40 escuelas en los últimos 30 años y con eso impulsa la dignidad de sus fieles, pero el crecimiento de los bautizados no se debe solo a eso. “Es una intervención real y directa del Espíritu Santo en sus vidas, no somos nosotros”, dijo el Prelado a CNA.

A diferencia de otros lugares en India, en la zona se percibe la armonía y eso es fruto de la presencia de la Iglesia.

“La razón de esto es que entre las comunidades tribales hay igualdad. El sistema de castas no está aquí y por eso han aceptado la dignidad en el Evangelio y han rechazado el hinduismo”, precisó.

Dignidad de la mujer

“Esta era una sociedad donde las mujeres solo eran criadas para las labores de la casa y los niños” y en muchos sitios era común la poligamia. Además, los padres vendían a sus hijas para el matrimonio.

Ante esta realidad, explicó el Obispo, “no la peleamos directamente ni insistimos en que estaba mal. En vez de eso comenzamos a educar a las niñas más pequeñas, organizábamos cursos para ellas y les enseñábamos algunas cosas con las que ahora estas mujeres han florecido”.

“Poco a poco el mundo se fue transformando completamente para estas mujeres” que ahora son líderes en sus pueblos, apoyadas por grupos católicos de mujeres y alentando a la comunidad en la vida cotidiana.

El Obispo dijo a CNA que ahora las mujeres eligen a sus esposos en sus comunidades, siempre insisten en que sean hombres cristianos u hombres que se van a convertir en cristianos.

“En el cristianismo el matrimonio es de iguales, basados en el amor. Esto fue transformador para las tribus y ahora se ha difundido en todo el estado” de Arunachal Pradesh.

Llamado universal a la santidad

Cuando la Diócesis de Miao se creó en 2005 y Mons. Pallipparambil fue designado como el primer Obispo, también se fundó un seminario para las vocaciones masculinas y muchas jóvenes optaron por la vida religiosa.

“Están realmente comprometidos con la misión porque sus padres fueron laicos misioneros. Son quienes trajeron la Iglesia aquí, plantaron la Iglesia, sufrieron por ella”, comentó el Prelado.

“Cuando yo llegué no se permitía el ingreso de misioneros. Así es como terminé en la cárcel en Navidad. Todo tenían que hacerlo los laicos”.

“Predicaban, convertían a la gente, bautizaban y –dado que la Misa era imposible y no se permitía que hubiera sacerdotes– alguno de ellos reunían a la gente en los pueblos una vez a la semana y los hacían rezar juntos, hacer las lecturas del día y cantar los himnos”.

Hoy hay 28 sacerdotes diocesanos y 68 de órdenes religiosas que sirven a los 90 mil católicos que están en los más de 44 mil kilómetros cuadrados del territorio, muchos de los cuales no tienen acceso para autos. En opinión del Obispo, esto no es un problema sino una oportunidad para hacer crecer a la Iglesia.

“Nadie deja nada para que lo haga el sacerdote. Ellos (los laicos) son la Iglesia, ellos tiene que llevar el Evangelio. Lo saben porque la construyeron”, dijo el Prelado a CNA.

Cuando una comunidad comienza en un pueblo, se hace con reuniones en la casa de algún catequista laico y, cuando crecen al punto de necesitar una iglesia, la construyen físicamente ellos mismos.

“Los sacerdotes son esenciales, claro está, para escuchar confesiones y celebrar Misa, pero son los laicos los que evangelizan, los que forman la Iglesia. En los pueblos remotos, los misioneros laicos no llevan a la gente a otro lugar donde haya iglesia, se quedan allí construyéndola”.

Al ser preguntado sobre si considera que este tipo de evangelización puede ser un modelo para otros lugares, el Obispo explicó que “sin ninguna duda. Tenemos que darle más espacio al Espíritu Santo y su acción, y menos a la ‘artillería pesada’ en la que generalmente los católicos confiamos”.

Por eso es que la formación es esencial. “Para mí la más grande falacia es que comenzamos la formación (a cierta edad) y la terminamos con la recepción de los sacramentos. En realidad nunca comenzamos y nunca podemos terminarla. Toda nuestra vida tiene que ser una experiencia de Dios”.

“Sí, los catequistas tienen que recibir ciertos cursos, pero eso es pura teoría. ¿Cómo ayuda eso a difundir el Evangelio? Para lograr esto se necesita una verdadera experiencia de Dios en tu vida y llevar eso al contacto con los otros”. De esa forma la Iglesia crece, agregó.

Sacerdocio misionero

Aunque algunos obispos han afirmado que un asunto importante para el Sínodo de la Amazonía que se celebrará en 2019 es la posibilidad de la ordenación de hombres casados, Mons. Pallipparambil explicó que los católicos en su diócesis no creen lo mismo.

“No me gusta para nada hablar del asunto porque es una discusión que nunca termina”. “Una cosa que sí sé es que, siempre que tengo una reunión con jóvenes en edad universitaria, les pregunto: ‘¿Creen que más de ustedes se harían sacerdotes si les permitieran casarse?’. Y la respuesta es la misma y con claridad: ‘No queremos sacerdotes casados’”.

“De una cosa estoy seguro: por el bautismo todos somos sacerdotes, así que abracemos este ‘sacerdocio’ en el laicado y dejemos de insistir en esta solución clerical para todo”, resaltó el Obispo.

En general, dijo, “los sacerdotes tienen que estar más disponibles para que puedan llegar a más personas con menos miembros. Tenemos que cambiar ciertas cosas con nuestro pensamiento, nuestros horarios de vida sacerdotal y hacernos mucho más flexibles”.

Para concluir, el Obispo dijo a CNA que “crecemos por la interacción. Todos podemos pasar nuestras vidas encerrados en bibliotecas o en sitios web leyendo de todo, haciéndonos expertos –gigantes– pero por nuestra cuenta”.

Sin embargo, cuestionó, “¿no sería más útil a Dios si supiera la mitad de eso pero viviéramos toda la vida compartiendo con los demás?”.

Traducido y adaptado por Walter Sánchez Silva. Publicado originalmente en CNA. (ACIPRENSA)

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