Seamos una Iglesia en salida, asumiendo los desafíos de nuestro tiempo.

En la celebración de hoy domingo 16 de agosto. La liturgia del tiempo ordinario A, semana XX, nos presenta el Evangelio de San Mateo 15, 21-28. Este evangelio nos ofrece varias reflexiones para este nuestro tiempo. Exigencias que debemos de considerarlos para seguir la misión que tenemos como cristianos.

El pasaje evangélico de este domingo comienza con la indicación de la región a donde Jesús se estaba retirando con sus discípulos de misión: Tiro y Sidón, al noroeste de Galilea, tierra pagana. (Tiro y Sidón eran ciudades costeras de la antigua tierra de Fenicia. Fenicia era una angosta franja de tierra que estaba ubicada en la esquina nororiental del mar Mediterráneo, hacia el noroeste de Galilea. En los días de Cristo, formaba parte de la provincia romana de Siria).

Este texto nos sitúa en el “hoy” con la invitación del papa Francisco con el documento Evangelii Gaudium, documento de un programa de hoja de ruta del que hacer misionero de la Iglesia en medio de los desafíos de hoy. El papa francisco al igual que Jesús dinamiza la misión, Jesús toma la iniciativa “…partió con sus discípulos…” Mt, 15, 21. La llamada del papa es muy profunda, como si nos dijera: ¡Despertad! No sigamos perdiendo el tiempo en cosas secundarias. Entremos en un estado de misión, de salida, de cercanía con todos. Que nadie se quede sin oír el anuncio de un Dios que nos ama, que nos salva, que vive. No nos quedemos encerrados, salgamos. No nos pide que organicemos alguna misión popular sino que entremos en un “estado permanente de misión” (EG, 25). Sin “prohibiciones ni miedos”, sin temor a equivocarnos o a ser cuestionados. Hay que ser “audaces y creativos”, y actuar con generosidad y valentía” (EG, 33). En el camino Jesús se encuentra con una mujer cananea, que se dirige a él pidiéndole que cure a su hija atormentada por un demonio (Mt 15, 22). Ya en esta misión en salida impulsada por Jesús nos encontramos con dos desafíos: Un encuentro cultural, más allá de las fronteras, signo que será la extensión de la alegría evangelio a todos los rincones de las naciones. Segundo desafío, la apertura de una pastoral de atención a las necesidades, se trata de una petición, fue «una mujer, que tenía una hija un espíritu inmundo, luego que oyó de él, vino y se postró a sus pies. (Mt 15, 25). Este diálogo entre Jesús y la mujer es uno de los más dramáticos y desconcertantes de los evangelios. Pareciera que Jesús lo ignoraba, dándole una respuesta hiriente «No soy enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel». No había palabras de consuelo para esta madre desesperada. Ella continuó rogando con estas palabras: «¡Señor, socórreme!”. Él Respondiendo, dijo: No está bien tomar el pan de los hijos, y echarlo a los perros. (Mt 15, 26-25). Ella, en cambio, respondió sagazmente, diciendo: «Sí, Señor; pero aun los perritos, debajo de la mesa, comen de las migajas de los hijos» (Mt 15, 27). Que tal giro que da este evangelio con ésta respuesta inteligente de esta mujer, que el mismo Jesús responde: “Oh mujer, grande es tu fe; por esta palabra, ve; hágase contigo como quieres; el demonio ha salido de tu hija fue sanada desde aquella hora” (Mt, 15, 28). Definitivamente la fe y la perseverancia nos tiene que abrir las puertas de la misericordia de Dios, ésta misericordia es sanadora, caritativa, dinámica y transformadora. La liturgia de hoy nos propone la festividad de San Roque, como mayor ejemplo de una iglesia en salida y en el camino asumiendo los desafíos de su tiempo. Este segunda parte de mi reflexión lo titulo  “San Roque, un santo para tiempos de pandemia”.

San Roque, un santo para tiempos de pandemia.

Fue peregrino en el siglo XIV y curó apestados. En el camino de su peregrinación a Roma, se dedicó a cuidar a los infectados por la peste, sanándolos haciendo la señal de la cruz. La tradición cuenta que nacido en Montpellier en 1350, el joven Roque, que era huérfano, decidió repartir sus posesiones y salir en peregrinación a Roma, a causa de su fe. Ahí empezó todo. En el camino, se dedicó a cuidar a los infectados por la peste, sanándolos con la señal de la cruz.

¿Que estaba causando estragos, convertida en una crisis abismal que afectaba a muchas regiones de Europa?

La historia registra que en los años 1347 y 1353, Tiempo del San Roque, hubo una peste, conocida como la peste negra fue la pandemia más devastadora registrada en la historia de la humanidad, que afectó a toda Europa y Asia en el siglo XIV. Los datos de fallecidos calculan un aproximado de 75 a 200 millones, que sería el equivalente de 30-60% de las poblaciones afectadas. La teoría aceptada sobre el origen de la peste explica que fue un brote causado por una variante de la bacteria Yersinia pestis, se trata de un microorganismo denominado Bacterium pestis hasta 1900, Bacillus pestis hasta 1923, Pasteurella pestis, hasta que en 1970 se le denominó Yersinia pestis en honor de Alexandre Yersin, bacteriólogo franco-suizo del Instituto Pasteur, co-descubridor de la bacteria en 1894 junto a Kitasato Shibasaburó, ambos de manera independiente. Cuando se habla de rebrote, se hace recuerdo la pandemia de los años 520 y 522 que devastó el imperio romano de Oriente (imperio Bizancio) en el mandato del Imperador Justiniano. Se estima que se perdió una población mundial de 25 y 50 millones de personas, es decir, entre el 13 y el 26 % de la población estimada en el siglo VI. Una tercera pandemia se registra en los años 1855 y 1918, que se activa el rebrote en China e India, posterior se extiende a Asia, África, América.

La pandemia se traslada para América Latina, una mirada histórica.

 A la llegada de los españoles en la época de la conquista, se traslada enfermedades desconocida para las distintas sociedades de aquel entonces. Los historiadores dan cuentan que la enfermedad de la viruela y el sarampión, poliomielitis, peste bubónica, tifus, escarlatina, difteria, Varicela.  Indígenas y españoles morían por cientos; el sarampión fue otra de las enfermedades adjudicadas a la llegada de los españoles a América, así como la difteria, paludismo, malaria, fiebre amarilla cólera, paperas, rubéola, lepra y la rabia canina. En este contexto situamos la llegada del cristianismo para América Latina: La vía de la inmigración, los laicos españoles trasladan conceptos de la religión católica, de sus creencias, costumbres religiosas, sus propios santos de devoción, costumbres familiares etc. Cabe resaltar las devociones y costumbres de festejar a los santos que hasta hoy se ve reflejado en las costumbres de muchas ciudades (Tarija, Cochabamba, La Paz, Oruro, Potosí, Sucre, Vallegrande). La segunda vía la evangelización, se trata de la intensa labor evangelizadora de los misioneros Dominicos, Agustinos, Mercedarios, Jesuitas. Este canal de evangelización tenía sus santos, como Santo Toribio de Mogrovejo, San francisco, Solano, San Pedro Claver, etc.

Ahora bien, ante un escenario de enfermedades devastadoras en estos lares del continente, la devoción a San Roque se remonta a esta época colonial, es por eso que hoy encontramos viva esta tradición en muchos lugares de Bolivia y de muchos lugares de América Latina, tradición que fue alimentada y conservada  por esta vía inmigrantes laicos españoles y de indígenas convertidos al cristianismo. El historiador Tarijeño (VALVERDE Toro, Mario 2004) Habla del nombramiento de San Roque como patrono de Tarija después de un acuerdo de cabildo, mientras que otro autor (SUAREREZ, Calvimonte, Mario2004), recoge una tradición que dice, que poco después que fue fundada Tarija, la peste de la viruela estaba provocando enorme daño a la población, prodigiosamente apareció San Roque en la parte alta de la ciudad, la presencia del Santo hizo que la epidemia desaparezca.

A su paso por Piacenza se contagió y decidió “esconderse” cerca de un río (o en un bosque, según la versión) para no exponer a los lugareños a contraer la enfermedad.

La vida de éste Santo nos da una tremenda lección válida hasta nuestros días, “decidió esconderse para no contagiar a los lugareños”. El confinamiento es el mejor remedio que ayuda a prevenir la propagación de la enfermedad, que puede producirse antes de que una persona sepa si está enferma o infectada por el virus sin tener síntomas. Las personas en cuarentena deben quedarse en sus casas, mantenerse alejadas de otras personas, monitorear su salud y seguir las instrucciones de su departamento de salud local o estatal.

Entonces apareció el célebre animal: “el perro de San Roque”. Que vivía en la casa de un noble y encontró el refugio de Roque, empezando a llevarle cada día un trozo de pan.

Más allá de la leyenda de la aparición del perrito que llevaba cada día el pan, está el signo de la solidaridad, el papa Francisco en la oración “Urbi et Orbi” (a la ciudad y al mundo), en la plaza de San Pedro, el 27/03/2020, cuando el virus del  SARS-CoV-2, empezaba a extenderse y hacer estragos por todos lados del mundo, en esta ocasión el papa nos dice que “todos estamos en la misma barca y estamos llamados a remar juntos”. «El señor nos interpela y en medio de la tormenta nos invita a activar la solidaridad, capaz de dar sentido en estas horas en la que todo parece naufragar», enfatizó Francisco.

Hoy estamos celebrando la fiesta de San Roque, ángel guardia de toda una historia, de pueblos y de fieles creyentes golpeados por enfermedades, pestes, epidemias. En este contexto espiritual y festivo, activemos este pedido especial que nos pide el papa Francisco “La solidaridad” palabra mágica y eficaz que por siglos ha caracterizado a la iglesia, más allá de las diferencias políticas, creencias religiosas u otros motivos que dividen el buen vivir ciudadano, la solidaridad no tiene fronteras.

P. Miguel Córdova Hurtado, OMI.

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