Mons. Sergio: “En este tiempo de pandemia, Cristo desde la cruz nos invita a renovar nuestra fe en Él”
 
 

Campanas. En su Homilía el Arzobispo aseguró que este tiempo de sufrimiento y sacrificio que nos toca vivir por la pandemia, Cristo desde la cruz nos invita también a nosotros, a renovar nuestra fe en Él y reafirmar nuestro compromiso de discípulos.

Con este Domingo de Ramos inicia la Semana Santa, días en que la Iglesia en el mundo entero va a revivir los misterios centrales de la redención. La celebración Eucarística fue presidida por el Arzobispo de Santa Cruz, Mons. Sergio Gualberti, concelebraron los Obispos Auxiliares; Monseñor Estanislao Dowlaszewicz, Monseñor   René Leigue, el P. Hugo Ara, Rector de la Catedral y el P. Mario Ortuño. También acompañaron la Celebración algunas Autoridades como el Gobernador Ing. Rubén Costas Aguilera, la Alcaldesa interina, Arquitecta Angélica Sosa, el Coronel de las Fuerzas Armadas y Policía, representante de los Médicos y enfermeras.

En su Homilía el Arzobispo aseguró que este tiempo de sufrimiento y sacrificio que nos toca vivir por la pandemia, Cristo desde la cruz nos invita también a nosotros, a renovar nuestra fe en Él y reafirmar nuestro compromiso de discípulos.

Así mismo el prelado afirmó que reconocer al Hijo de Dios en el hombre colgado en la cruz, es reconocer y acoger al Cristo sufriente en nuestros hermanos contagiados por el coronavirus, necesitados, cómo Él, de un Cireneo que les ayude a cargar la cruz de la enfermedad.

 Mons. Sergio nos invita a que Seamos solidarios con nuestros hermanos  contagiados por el coronavirus y  con sus familiares, no permitamos que el miedo se apodere de nosotros y nos haga indiferentes ante su dolor, no huyamos de ellos y, menos aún, tengamos actitudes hostiles.

Que esta pandemia nos ayude a tomar consciencia que todos somos vulnerables, que necesitamos de los demás y que nadie es autosuficiente ni se salva solo, como nos decía el Papa Francisco hace unos días, dijo el Arzobispo.

El Arzobispo nos anima a que no  caigamos en la tentación del cansancio y del desánimo, por el contrario unamos nuestros esfuerzos cooperando responsablemente entre todos, ciudadanos y autoridades,  para detener la pandemia.

Homilía de Monseñor Sergion Gualberi, Arzobispo de Santa Cruz

Domingo 05 de abril del 2020

Con este Domingo de Ramos inicia la Semana Santa, días en que la Iglesia en el mundo entero va a revivir los misterios centrales de la redención. Y la liturgia de la Palabra hoy nos pone ante dos hechos de la vida de Jesús muy cercanos en el tiempo pero de signo contrario entre sí. Por un lado, la acogida alegre y festiva de Jesús a su llegada a Jerusalén de parte de sus discípulos y del pueblo sencillo, y por el otro, los eventos trágicos de su pasión y muerte, suscitados por las autoridades judías que veían en Jesús un peligro por su poder e intereses.

Jesús, entra en Jerusalén como rey y Mesías de Dios, montado en un borrico, según lo anunciado por el profeta Zacarías: ”Mira a tu rey, que viene a ti humilde, montado en un borrico”. Jesús es rey de verdad, pero no un rey dominante al estilo del mundo, sino un rey humilde al servicio del pueblo que, con el poder de Dios, libera de todo mal y genera vida.

Las lecturas que hemos escuchado, nos aydan a mirar con los ojos de la fe este misterio de vida y muerte de Jesús y descubrir allí el plan de salvación de Dios que, también del mal y el pecado, hace brotar la vida. Esto se hace patente en la actitud de Jesús que, en las horas de su pasión, no actúa como víctima resignada y pasiva, sino como el protagonista que libremente entrega su vida, para ser solidario con nuestra suerte humana y cumplir hasta el final la voluntad del Padre.

Jesús sabe que en Jerusalén le espera la muerte, no obstante, al igual que el siervo sufriente, del que nos habla el profeta Isaías en la 1era lectura, no “se echa atrás“, no huye de los sufrimientos de la pasión sino que los enfrenta por amor y con la fuerza del espíritu y de la verdad.

La entrega de su vida en la cruz, lleva a plenitud el misterio de la encarnación, como hemos escuchado en la carta de San Pablo a los cristianos de Filipos: “Jesús que era de condición divina… se anonadó a sí mismo, tomando la condición de servidor y haciéndose semejante a los hombres”. Como verdadero hombre Jesús sufre la muerte, la limitación más grande de nuestra naturaleza humana, para liberarnos de nuestra muerte y de las esclavitudes del pecado y del mal, y hacernos partícipes  de su naturaleza divina.

De esta manera Jesús ha “desandado” íntegramente el camino de “rebeldía“, de “desobediencia” y de pecado de la humanidad, y ha emprendido el camino de la obediencia, de la gracia y de la vida. Saber que estos dones permanecen para siempre, nos da la esperanza de que un día podremos gozar de la gloria del Señor Jesús, como lo afirma San Pablo: “Por eso Dios lo exaltó… y toda lengua proclame para gloria de Dios Padre: “Jesucristo es Señor!”.

Es solamente en la cruz que Jesús es reconocido como hijo de Dios, por eso la cruz hasta el día de hoy se ha vuelto signo de contradicción entre fe e incredulidadentre aceptación y rechazo del Señor. Pilato, Herodes y los Sumos Sacerdotes, lo condenan a muerte, en cambio los pobres, los marginados y un pagano, el oficial romano encargado de la crucifixión, reconocen en Jesús al enviado de Dios: “Realmente este hombre era Hijo de Dios“.

En este tiempo de sufrimiento y sacrificio que nos toca vivir por la pandemia, Cristo desde la cruz nos invita también a nosotros, a renovar nuestra fe en Él y reafirmar nuestro compromiso de discípulos.

Reconocer al Hijo de Dios en el hombre colgado en la cruz, implica reconocerlo también en los crucificados de hoy, pobres y marginados. En particular reconocer y acoger al Cristo sufriente en nuestros hermanos contagiados por el coronavirus, necesitados, cómo Él, de un Cireneo que les ayude a cargar la cruz de la enfermedad.

Seamos solidarios con los ellos y sus familiares, no permitamos que el miedo se apodere de nosotros y nos haga indiferentes ante su dolor, no huyamos de ellos y, menos aún, tengamos actitudes hostiles. Esta pandemia nos ayude a tomar consciencia que todos somos vulnerables, que necesitamos de los demás y que nadie es autosuficiente ni se salva solo, como nos decía el Papa Francisco hace unos días.

Tampoco caigamos en la tentación del cansancio y del desánimo, por el contrario unamos nuestros esfuerzos cooperando responsablemente entre todos, ciudadanos y autoridades,  para detener la pandemia.

Esta mañana elevemos con toda confianza nuestras oraciones a Dios, Padre de misericordia, para que, por la intercesión de nuestra Madre, la Virgen María, mantenga viva nuestra esperanza, disipe las tinieblas del dolor y la muerte y pronto haga surgir un nuevo día de serenidad y paz para nuestro país y el mundo entero. Amén.

Fuente: Campanas. 

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