En tiempo de Coronavirus, resignificar la semana santa.

La Semana Santa es una fiesta tan particular de la iglesia Católica. Hoy la viviremos de una forma muy diferente y especial porque el coronavirus impide participar activamente de todas estas ceremonias, sin embargo, todos podemos hacerlo digitalmente. Por medio de los medios electrónicos, internet y Facebook, las aplicaciones y también por lo medios de comunicación tradicionales.  

Pero, aunque no estaremos físicamente presentes, podemos estar espiritualmente y también de vivir de forma muy particular y comprometidos con nuestra fe.

Por eso les invito a recordar todo lo que significa esta semana Santa, los signos y símbolos, los hechos y las circunstancias. Cada detalle son una oportunidad para vivir nuestra fe.

 

EL Triduo Pascual

La celebración más importante de la vida cristiana es lo que llamamos el Triduo Pascual, es decir los tres días en lo que rememoramos la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo. Comienza con la Misa Vespertina del Jueves Santo, llamada “Misa en la Cena del Señor”, y se prolonga hasta las II Vísperas del Domingo de Resurrección, inclusive.

Esa importancia se debe a que en él celebramos el centro de la historia de la salvación. “Esta obra de la redención humana y de la perfecta glorificación de Dios… Cristo la realizó principalmente por el misterio pascual de su bienaventurada Pasión, Resurrección de entre los muertos y gloriosa Ascensión”, como afirma el concilio Vaticano II (SC 5).

“Pascua” es el “paso” de la muerte a la vida. Pero no al modo de Lázaro, que volvió a la misma vida que tenía. La Pascua de Cristo es el cambio de la vida en las condiciones de este mundo a una nueva dimensión de la existencia; es el paso a al modo de existir más allá del tiempo.

Cristo “muriendo destruyó nuestra muerte, y resucitando nos dio nueva vida”, como canta el Prefacio de Pascua. Hasta hace un tiempo se insistía en que Cristo nos redimió con su muerte. Ahora, con mayor sensibilidad, se acentúa la vivificación por su Resurrección. Las dos cosas son ciertas; pero hay que verlas en su inseparabilidad.

Y Cristo incorpora a su Pascua a todo el que está unido a él por el amor. De modo que también para el cristiano morir es resucitar (sabido es que, sin saberlo, están unidos a Cristo quienes no lo conocen, pero viven con rectitud).

Es cristianismo es alegría, porque es vida, porque es amor. En ese más allá unidos a Cristo Resucitado, lo que ahora vivimos en fe, lo viviremos en la luz de Dios y, como escribe san Juan: “seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es” (1Jn 3,2).

Esa visión constituirá una dicha ahora inimaginable, porque participaremos del gozo del mismo Dios, cada uno según la intensidad del amor que haya alcanzado.

Durante la Semana Santa tratamos de vivir el amor a Dios y a los hermanos celebrando unidos el dolor de Cristo en su Pasión, y su gloria, de la cual nos hace partícipes. Desde el comienzo de estas celebraciones conviene tener presente el conjunto y particularmente el final.

Domingo de Ramos

Con el Domingo de Ramos se inicia la Semana Santa o Semana Mayor. En este día la Iglesia hace memoria de la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén, para llevar a cabo su misterio Pascual. En la liturgia se presentan los dos aspectos fundamentales de la Pascua:

  • La entrada triunfal de Jesús a Jerusalén como anuncio e imagen del triunfo de su Resurrección.
  • El recuerdo de su Pasión (el evangelio), que marcará la liberación de la humanidad del pecado y de la muerte.

Las lecturas bíblicas invitan a vivir en ese día los acontecimientos de entonces: aceptar a Cristo como el Señor y entrar vivencialmente al drama de la pasión.

Lunes a Miércoles Santo

Son días propicios para la reflexión profunda, la Iglesia invita como en una «última llamada» a acercarse al Sacramento de la Confesión con el fin de estar preparados para vivir la vigilia pascual y el gran acontecimiento de la Pascua. El cristiano debidamente preparado estará en gracia de Dios para participar con toda la Iglesia del gran banquete de la Eucaristía en la Misa más importante del año.

El Jueves Santo

Hay dos celebraciones importantes:  La primera por este año se suprime, pero se la celebrara en septiembre.

La Misa Crismal: se celebra durante la mañana en la Catedral. Todos los presbíteros (sacerdotes) de la diócesis se unen al Obispo que preside la celebración eucarística y bendice los Santos Óleos (aceites o crismas) que se usan en los sacramentos durante todo el año. Esta celebración es como una fiesta de todos los sacerdotes, que se alegran por su propia consagración y que ven en Cristo, cuyo nombre significa consagrado por medio de la unción, su modelo y su guía. Durante esta Misa se hace la renovación de las promesas sacerdotales, para renovar su compromiso de fidelidad para el servicio del Pueblo de Dios.

Los Óleos que se bendicen son: el Óleo de los Catecúmenos con el que los cristianos reciben su primera unción en el Bautismo; el Óleo de los Enfermos, para el sacramento de la Unción; y el Santo Crisma, utilizado también en el Bautismo, en la Confirmación y en la unción en el Orden Sacerdotal.

La Misa Vespertina: con la que se inicia el Triduo Pascual (se le llama víspera). En esta misa se celebra la Institución de la Eucaristía, del Sacerdocio y el Mandato del Señor sobre la caridad fraterna. Es la conmemoración solemne de la «Ultima Cena» de Jesús con sus Apóstoles, cuando Jesús:

«da instrucciones» de cómo los cristianos deben recordar y actualizar su Sacrificio -la Eucaristía- «…hagan esto en memoria mía…” (Lc 22, 18-19) «instituye formalmente el Ministerio de los Sacerdotes y pide por la unidad de su Iglesia «…que todos sean uno…» «Así como tú me enviaste al mundo, así yo también los envío al mundo…» (Jn 17, 11. 18).

Habla de lo más importante de la vida del cristiano: el amor «Ley doy este mandamiento nuevo. Que se amen unos a otros… como yo los he amado». (Jn 13,34.35)

Viernes Santo

Es el primer día del Triduo Pascual. La Iglesia no celebra un funeral, sino la muerte victoriosa del Señor. Es un día de amorosa contemplación del Sacrificio de Cristo. Es el único día del año en el que no se celebra la Eucaristía, es decir, no hay Misa, ni Consagración del pan y el vino, recordando que en estos días (viernes y sábado) los Apóstoles estuvieron escondidos y sumergidos en la tristeza por miedo a los judíos y por la pena de ver preso y condenado a su Maestro. Hay, sin embargo, celebraciones solemnes que convocan a todos los fieles para: La Liturgia de la Palabra. Son lecturas Bíblicas del profeta Isaías (Antiguo Testamento), que anuncia detallando de manera sorprendente la pasión del Mesías, y del Nuevo Testamento, el relato de la Pasión de Cristo narrada por San Juan y de la exaltación de Jesús Crucificado como «sumo sacerdote que penetró en los cielos» (Hb 4, 14). En estas lecturas se subraya el aspecto glorioso de la Pasión, para manifestar a Cristo como Rey y como Dios. Se concluye con una solemne oración de los fieles por las grandes intenciones de la Iglesia y del mundo, poniéndolas al pie de la Cruz, sobre la cual muere Cristo por todos los hombres.

La Adoración de la Cruz: es más bien la Adoración de la persona de Cristo Crucificado y el misterio significado por esta muerte por todos los hombres. No es el material de la cruz, sino lo que la cruz significa para nosotros lo que los cristianos adoramos. La Iglesia levanta el signo de la victoria del Señor para manifestar el cumplimiento de lo que Jesús había dicho: «Y yo cuando sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia mí» (Jn 12,32). Al contemplar a Cristo Crucificado, vienen a la mente sus palabras. «Nadie tiene mayor amor, que el que da su vida por sus amigos» (Jn 15,13).

La Comunión: aunque durante el viernes y sábado santos no se celebra ningún sacramento, se reparte entre los fieles la comunión, consagrada desde el día anterior, para permitir una mayor unión con el Cristo que nos salva con su muerte.

Procesión del Santo Sepulcro.

La tradición colonial, permitió en varias ciudades de América latina la procesión del santo sepulcro que consiste en el cortejo fúnebre con el cuerpo ya sin vida de Cristo. Ahí, acompañan muchos hombres, revestidos de verdugos, o de piadosos. Todos marchan al ritmo de un tambor de caballería.

Muchas de estas procesiones se hacen en los centros urbanos para sensibilizar la muerte de Cristo. Y ahora lo dejamos en un lugar sagrado para venerar su cuerpo sin vida.

Muchas veces en esta procesión se tiene diferentes cofradías del santo sepulcro que tuvieron su auge durante las revoluciones y el nacimiento de las repúblicas.

El Sábado Santo

Durante este día la Iglesia está en actitud de silencio, propicio para la reflexión y oración, esperando la hora de la víspera para dar inicio a la Vigilia Pascual esa noche.

Vigilia Pascual

Es la celebración central de todo el año litúrgico, ocurre al caer el sol del Sábado Santo. Es la «noche santa» en la que la Iglesia celebra, en la forma más expresiva, la obra de la redención como memoria, presencia y espera.

Los cristianos recuerdan la noche en la cual Cristo sale de la tumba, victorioso de la muerte y esta memoria se hace realidad, porque sabemos que el mismo Cristo resucitado está presente en la comunidad que celebra el gran acontecimiento.

Lo llamamos «vigilia», por la actitud de espera que debe tener el cristiano, según la invitación del evangelio: «Tengan la ropa puesta y mantengan encendidas sus lámparas. Estén como hombres que esperan que su patrón regrese de un casamiento para abrirle la puerta. dichosos los siervos que el señor a venir, encuentre despiertos…» (Lc 12, 35-37)

Para todo cristiano este velar adquiere el valor simbólico de la espera de la venida del Señor. Así la Vigilia Pascual se convierte en programa de vida: estar siempre alertos y preparados para nuestro encuentro final con el Señor.

Símbolos y ritos de la celebración

Bendición del fuego

Es el inicio de la vigilia. Habla del paso de las tinieblas a la luz, de la noche al día. Las tinieblas simbolizan el pecado y la muerte; y la luz simboliza a Cristo Resucitado.

Cirio Pascual

Se enciende el Cirio Pascual, que simboliza a Cristo resucitado y se reparte su fuego para encender las velas que todos los fieles llevan a la celebración, significando que Cristo, «Luz del Mundo», ilumina la vida de los hombres con su Resurrección. Se coloca al frente, en el presbiterio, desde donde domina toda la asamblea.

Procesión

Consiste en entrar al templo o lugar de la celebración, precedidos por el Sacerdote que lleva el Cirio Pascual en Alto, significa que somos el Nuevo Pueblo de Dios, nacido de la Pascua; peregrinos seguimos a Cristo Resucitado, nuestro Jefe y Luz del Mundo a través del desierto de esta vida hacia la Patria Celestial.

Liturgia de la palabra

El símbolo de la luz del cirio cede el lugar a la realidad de Cristo, luz del mundo, presente en su Palabra, proclamada en esta noche. En ninguna otra celebración hay tantos textos como en esta. Son nueve lecturas que presentan en síntesis la Historia de la Salvación. Las lecturas se hacen a manera de diálogo entre Dios y la comunidad, cada una está precedida de momentos de silencio, aclamaciones y cantos de salmos.

Liturgia Bautismal

Momento en que se bendice el agua bautismal, se celebra el Bautismo a quienes se hayan preparado para ingresar en la comunidad cristiana y se renuevan las promesas bautismales por parte de todos los presentes.

Liturgia Eucarística

Como en todas las Celebraciones Eucarísticas (Misas), se prepara el altar con los dones del pan y el vino, para hacer presente la Pascua de Cristo, como Él nos lo enseñó. La celebración eucarística es el centro de toda la vigilia. La palabra eucaristía, significa «acción de gracias». En esta noche pascual, la Iglesia celebra su acción de gracias a Padre por habernos dado a su Hijo muerto y resucitado. En esta noche se comprende más que nunca por qué los primeros cristianos llamaron Eucaristía a la Cena del Señor. Este es el momento en que nació la verdadera Eucaristía: ¡La Pascua! Por esto, el Misterio de la Noche Pascual culmina en la Eucaristía, que ya no la ofrece Cristo solo, sino en compañía de su Iglesia.

Domingo de Pascua.

La celebración del Domingo de Pascua es volver a sentir el verdadero espíritu cristiano. Cristo resucito y vive entre nosotros.

El Domingo de Resurrección o de Pascua es la fiesta más importante para todos los católicos, ya que con la Resurrección de Jesús es cuando adquiere sentido toda nuestra religión.

Cristo triunfó sobre la muerte y con esto nos abrió las puertas del Cielo. En la Misa dominical recordamos de una manera especial esta gran alegría. Se enciende el Cirio Pascual que representa la luz de Cristo resucitado y que permanecerá prendido hasta el día de la Ascensión, cuando Jesús sube al Cielo.

La Resurrección de Jesús es un hecho histórico, cuyas pruebas entre otras, son el sepulcro vacío y las numerosas apariciones de Jesucristo a sus apóstoles.

Cuando celebramos la Resurrección de Cristo, estamos celebrando también nuestra propia liberación. Celebramos la derrota del pecado y de la muerte.

En la resurrección encontramos la clave de la esperanza cristiana: si Jesús está vivo y está junto a nosotros, ¿qué podemos temer?, ¿qué nos puede preocupar?

Cualquier sufrimiento adquiere sentido con la Resurrección, pues podemos estar seguros de que, después de una corta vida en la tierra, si hemos sido fieles, llegaremos a una vida nueva y eterna, en la que gozaremos de Dios para siempre.

San Pablo nos dice: “Si Cristo no hubiera resucitado, vana seria nuestra fe” (I Corintios 15,14)

Si Jesús no hubiera resucitado, sus palabras hubieran quedado en el aire, sus promesas hubieran quedado sin cumplirse y dudaríamos que fuera realmente Dios.

Pero, como Jesús sí resucitó, entonces sabemos que venció a la muerte y al pecado; sabemos que Jesús es Dios, sabemos que nosotros resucitaremos también, sabemos que ganó para nosotros la vida eterna y de esta manera, toda nuestra vida adquiere sentido.

La Resurrección es fuente de profunda alegría. A partir de ella, los cristianos no podemos vivir más con caras tristes. Debemos tener cara de resucitados, demostrar al mundo nuestra alegría porque Jesús ha vencido a la muerte.

La Resurrección es una luz para los hombres y cada cristiano debe irradiar esa misma luz a todos los hombres haciéndolos partícipes de la alegría de la Resurrección por medio de sus palabras, su testimonio y su trabajo apostólico.

Debemos estar verdaderamente alegres por la Resurrección de Jesucristo, nuestro Señor. En este tiempo de Pascua que comienza, debemos aprovechar todas las gracias que Dios nos da para crecer en nuestra fe y ser mejores cristianos. Vivamos con profundidad este tiempo.

Con el Domingo de Resurrección comienza un Tiempo pascual, en el que recordamos el tiempo que Jesús permaneció con los apóstoles antes de subir a los cielos, durante la fiesta de la Ascensión.

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