Científicos descubren cómo y por qué mueren los árboles amazónicos

Cuando los árboles mueren, los investigadores siguen un protocolo para identificar la verdadera causa de la muerte de la especie de flora.

¿Por qué mueren los árboles en la selva amazónica? Un estudio dirigido por las universidades de Leeds y Birmingham, en colaboración con más de 100 científicos en América Latina, se propuso responder a esta pregunta. La Red de Inventario Forestal Amazónico (Rainfor) reunió datos de más de 30 años de contribuciones en las que se monitorearon más de 124.000 árboles vivos y se registraron y analizaron 18.000 árboles muertos.

En el estudio se concluye que no sólo la deforestación debería preocupar, también debería hacerlo la muerte de los árboles sin intervención de motosierra. Es decir, la deforestación y la degradación del bosque como marcas de nuestra época.

La mortalidad de los árboles es un evento poco común, por lo que para comprenderlo realmente se necesitaban enormes cantidades de datos. Este estudio incluye registros de 189 parcelas de una hectárea, cada una monitoreada en promedio cada tres años.

En cada visita, los investigadores midieron todos los árboles de más de 10 cm de diámetro y recopilaron información sobre cada árbol, incluidos los árboles muertos. Más tarde, el trabajo de escritura, procesando la inmensa base de datos demandó aproximadamente un año.

Cuando los árboles mueren, los investigadores siguen un protocolo para descubrir la verdadera causa de la muerte. «Esto implica un trabajo forense detallado, algo así como un ‘CSI Amazon’ realizado por investigadores en toda la Amazonia», señaló el profesor Oliver Phillips de la Universidad de Leeds.

Entre los hallazgos de la investigación sobre las causas de la mortalidad de los árboles se encuentra el cambio de la dinámica de los bosques y la sequía.

“Los bosques están cambiando constantemente. Los árboles grandes que tienen cientos de años, son muy vulnerables a las sequías. Si se muere uno de esos, se altera el dosel forestal, por tanto, ingresa más luz por ese espacio dando la oportunidad a que se desarrolle un árbol de rápido crecimiento que tiene también poco tiempo de vida. Por tanto, no almacena más dióxido de carbono sino que lo expulsa al morir”, explicó el biólogo investigador Vincent Vos, quien participó en el estudio desde la zona norte de Bolivia.

El hallazgo de que la tasa de crecimiento promedio de las especies de árboles es el principal factor de riesgo para explicar la muerte de árboles en la Amazonía, tiene importantes consecuencias para nuestra comprensión sobre el futuro de los bosques. El capitalismo tiende a seleccionar especies de rápido crecimiento para reforestar y en general, éstas tienen una mayor probabilidad de morir pronto, por lo que a la larga almacenan menores cantidades de carbono.

“Comprender los principales factores que causan la muerte de los árboles nos permite predecir y planificar mejor las tendencias futuras, pero esta es una gran tarea, ya que hay más de 15.000 especies diferentes de árboles en el Amazonas”, dijo la doctora Adriane Esquivel-Muelbert, investigadora Instituto de Birmingham Institute of Forest Research quien dirigió la investigación.

Por su parte, David Galbraith miembro de la Universidad de Leeds, agregó: “Encontramos una fuerte tendencia que muestra que las especies de rápido crecimiento tienen una esperanza de vida más corta. El cambio climático ha brindado condiciones favorables para estas especies y el hecho de que tengan ciclos de vida más cortos indica que el servicio de secuestro de carbono que brindan los árboles amazónicos podría disminuir”.

“Ahora que podemos ver más claramente lo que está sucediendo en el bosque, hay oportunidades para la acción. Descubrimos que la sequía también está causando la muerte de árboles, pero hasta ahora solo en el sur del Amazonas. Lo que está sucediendo aquí debería servir como un sistema de alerta, ya que debemos evitar que los árboles en otras regiones del Amazonas corran la misma suerte», manifestó.  

La investigación fue financiada por el Natural Environment Research Council e incluyó contribuciones de 10 universidades del Reino Unido, así como de científicos de América del Sur en Bolivia, Brasil, Colombia, Ecuador, Guayana Francesa, Guyana, Perú y Venezuela.

Fuente: Pagina Siete

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