El Papa dice a consagrados: renueven el sí al llamado de Dios pese al cansancio.

En el segundo día del Viaje Apostólico a Mozambique, el Santo Padre Francisco participó en el encuentro con obispos, sacerdotes, religiosos, consagrados, seminaristas y catequistas en la Catedral de la Inmaculada Concepción de Maputo. El Pontífice los alentó a luchar contra la crisis de la identidad sacerdotal, «renovando con un sí el llamado de Dios como lo hizo la Virgen María», a pesar del sano cansancio que implica la donación total de la propia vida al servicio de la vocación.

Sofía Lobos – Ciudad del Vaticano

La tarde del jueves 5 de septiembre, segundo día de su Viaje Apostólico a Mozambique, el Papa Francisco se reunió con los obispos, sacerdotes, religiosos, seminaristas y catequistas en la Catedral de la Inmaculada Concepción de Maputo.

Una Iglesia insertada en un pueblo heroico

Tras haber escuchado una serie de profundos testimonios de fe por parte de los participantes, el Santo Padre agradeció a todos por sus esfuerzos realizados con el fin de haber hecho posible este encuentro: 

«Juntos, queremos renovar la respuesta al llamado que una vez hizo arder nuestros corazones y que la Santa Madre Iglesia nos ayudó a discernir y confirmar con la misión. Gracias por vuestros testimonios, que hablan de las horas difíciles y los desafíos serios que vivís, reconociendo límites y debilidades; pero también admirándoos de la misericordia de Dios», dijo Francisco subrayando la intervención de un catequista que afirmó que el pueblo mozambiqueño «constituye una Iglesia insertada en un pueblo heroico que sabe de sufrimientos pero mantiene viva la esperanza».

Enfrentar la realidad tal como es, nos guste o no

En su discurso pronunciado en portugués, con algunos añadidos espontáneos en español, el Pontífice destacó que nos guste o no, «estamos llamados a enfrentar la realidad tal como es. Los tiempos cambian y es necesario reconocer que a menudo no sabemos cómo insertarnos en los nuevos escenarios». 

«En lugar de profesar una Buena Nueva, lo que anunciamos es algo gris que no atrae ni enciende el corazón de nadie», aseveró Francisco invitando a todos a inspirarse en el modelo de la Virgen María, «a seguir el ejemplo de su generosidad y premura  a la hora de responder con un «sí» a Dios sin mirar atrás», ya que precisamente fue esa respuesta afirmativa la que posteriormente permitió la formación de esta gran familia que es la Iglesia universal.

¿Qué hacer con la crisis de identidad sacerdotal?

Centrándose en los desafíos actuales de la Iglesia y ante la pregunta planteada por la asamblea al Papa, sobre qué hacer con la crisis de identidad sacerdotal y cómo luchar contra ella; el Santo Padre dio una serie de pautas para «desarrollas y cultivar» aplicables a todos: obispos, religiosos, seminaristas, consagrados y catequistas:

«Frente a la crisis de identidad sacerdotal, quizás tenemos que salir de los lugares importantes, solemnes; tenemos que volver a los lugares donde fuimos llamados, donde era evidente que la iniciativa y el poder eran de Dios», dijo Francisco añadiendo que el sacerdote «es el más pobre de los hombres si Jesús no lo enriquece con su pobreza, el más inútil siervo si Jesús no lo llama amigo, el más necio de los hombres si Jesús no lo instruye pacientemente como a Pedro, el más indefenso de los cristianos si el Buen Pastor no lo fortalece en medio del rebaño». 

No perseguir beneficios personales

Asimismo, el Obispo de Roma exhortó a los presentes a no correr tras aquello que redunde en beneficios personales:

«Nuestros cansancios deben estar más vinculados a nuestra capacidad de compasión, son tareas en las que nuestro corazón es movido y conmovido. Nos alegramos con los novios que se casan, reímos con el bebé que traen a bautizar; acompañamos a los jóvenes que se preparan para el matrimonio y a las familias; nos apenamos con el que recibe la unción en la cama del hospital, lloramos con los que entierran a un ser querido» (Homilía Misa en la Misa Crismal, 2 abril 2015).

«Tomad, comed»- afirmó el Papa- «esa es la palabra que musita constantemente el sacerdote de Jesús cuando va atendiendo a su pueblo fiel: “Tomad y comed, tomad y bebed…”. 

Renovar el llamado: decir sí a Dios a pesar del sano cansancio

Por otra parte, el Pontífice los alentó a renovar el llamado, lo cual muchas veces pasa por revisar si nuestros cansancios y afanes tienen que ver con cierta «mundanidad espiritual”:

«Renovar el llamado pasa por elegir, decir sí y cansarnos por aquello que es fecundo a los ojos de Dios, que hace presente, encarna, a su Hijo Jesús», destacó Fracisco deseándoles que en este sano cansancio, «fruto de la cercanía con el Santo Pueblo de Dios», encuentren la fuente de su identidad y felicidad, poniendo especial atención en el ejemplo que dan a los jóvenes.

Evangelizar sin proselitismo

Y en cuanto al desafío de la inculturación del Evangelio planteado por una catequista mozambiqueña, el Papa señaló que las Iglesias particulares deben fomentar activamente formas, al menos incipientes, de inculturación.

«Vuestra vocación es evangelizar. La vocación de la Iglesia es evangelizar, no hacer proselitismo. Los motivos del proselitismo no son cristianos. Nuestra vocación es evangelizar, nuestra identidad de Iglesia es evangelizar», puntualizó el Pontífice.

«Lo que debe procurarse, en definitiva, es que la predicación del Evangelio, expresada con categorías propias de la cultura donde es anunciado, provoque una nueva síntesis con esa cultura. Aunque estos procesos son siempre lentos, a veces el miedo nos paraliza demasiado», dijo Francisco.

Construir la cultura del encuentro

A modo de conclusión y tras haber respondido las cuestiones de todos los que intervinieron en este encuentro en la Catedral de Maputo, el Santo Padre aseguró que la Iglesia no puede ser parte del problema de las competencias, menosprecios y divisiones de unos con otros, sino puerta de solución, espacio donde sea posible el respeto, el intercambio y el diálogo.

«Y todo ello con el fin de desarrollar una cultura del encuentro en una pluriforme armonía, lo cual requiere un proceso constante en el cual cada nueva generación se ve involucrada. Es un trabajo lento y arduo que exige querer integrarse y aprender a hacerlo. Es el requisito necesario para la construcción de un pueblo en paz, justicia y fraternidad, para el desarrollo de la convivencia social y la construcción de un pueblo donde las diferencias se armonicen en un proyecto común», concluyó el Papa.

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