La noche de este miércoles 5 de junio en el templo de San Martin Porres se realizó la confirmó de adultos, que después de 3 meses de haber pasado la catequesis correspondiente, se ha ungido del Espíritu Santo.
Fue el P. Juan Crespo, Vicario General de la Arquidiócesis que en su emotiva homilía hizo reflexionar sobre la importancia que tiene este sacramento, que por un lado nos transforma, pero por otro con hace constructores de las relaciones profundas con Dios y nos empuja a la misión.
Tiempo de oración con Dios.
Queridos hermanos espero que, en su reflexión, hayan puesto a Dios como el centro de sus vidas. Esperamos que se haya enamorado de Dios. Que en este tiempo lo hayan hecho su mejor amigo, con el que más han rezado. Queridos hermanos con Dios es con quien más hay que dialogar, hablar, chatear y compartir.
En el momento más oportuno, que ustedes puedan tener, recen y acérquense a Dios, especialmente en pareja para unirse a Dios. Cuando uno de los dos quiera pelear, recen el rosario.
La confirmación nos da plenitud.
Este conocimiento de amor, despertado en el señor, hoy llega a su plenitud. Feliz fecha porque estamos en la semana de preparación de la fiesta de Pentecostés, es la semana que oramos por la unión de los cristianos. Que el 7 dones se haga presente en sus corazones y mentes de ustedes.
La experiencia de la iglesia lo hemos ido escuchando en las lecturas. Los apóstoles, que después de recibir el Espíritu Santo, ya no tienen miedo. El espíritu del Señor, hace que ellos vayan a dar testimonio de lo que ellos han vivido, de lo que sienten. Ellos van a anunciar el amor de Dios, que es abierto inquieto.
Por eso la fiesta de Pentecostés es el día del nacimiento de nuestra Iglesia, porque el Espíritu Santo movió nuestros corazones, hacia la evangelización, misión y compartir del amor de Dios hacia los demás hermanos.
Somos consagrados por Dios.
Como Jesús tenemos que tener conciencia de que verdaderamente hemos sido elegidos, somos consagrados. Y hoy en su plenitud. En el bautizo nos digieren que éramos sacerdotes profeta y rey. Hoy lo recibimos en plenitud por que el Espíritu Santo nos dará la fuerza a caminar día a día. El Evangelio de Lucas dice: “El Espíritu Santo de Dios está sobre Mí, soy el elegido”, yo soy el consagrado, yo soy una persona especial y me ha marcado para que sea yo su profeta. Tenemos responsabilidades y mucho más si somos confirmados, den tambien ustedes testimonio, a través de su forma de vida y especialmente en la familia y en la comunidad. Es ahí es donde se debe cumplir.
Es el Espíritu Santo quien los cambiara y les hará diferentes, desde hoy que hacen la confirmación empezaran a cambiar.
Llamados para llevar evangelizar.
“Él me ha ungido para llevar las buenas noticias”. Es para eso, hermanos, que el Señor les compromete, nada de chismes, nada de peleas, ni desconfianzas, ni sufrimientos en sus familias. Eso lo van a lograr con fe. Por eso van a recibir los 7 dones para comenzarse a amar de verdad, no amores pasajeros, superficiales, que solo miran la cara. El amor que recibimos de Dios es profundo, que es capaz de dar la vida por la otra persona.
El amor de Dios se consigue perdonando. Por eso, el que no perdona no ama. Decir, te perdono y olvido, eso no es amor. Hay que darle otra oportunidad. Eso es amor.
Comiencen a confiar, a tener fe en la otra persona. Esos amores desconfiados, controladores y dueños de la otra persona, no es amor. Las personas celosas, las que desconfían, son personas inseguras. Ahí se delata la inmadurez de la persona. Los amores colosos matan, en si ni es amor.
Queridos hermanos, equivóquense confiando, no se equivoquen desconfiando. Los chismes y mentiras, vienen de labios mentirosos, vienen de los que nos les quieren. El señor les quiere felices, por eso el Señor les va dar sus dones y gracias, pero que caiga en terreno lleno de fecundidad.
Hoy pidamos por todos los que recibirán la confirmación, para que Dios despierte el amor de verdad, que los 7 dones hagan de cada uno de ustedes, personas sabias, entendidas, temerosas de Dios, que tengan esa capacidad de aconsejar y guiar a otros, que sean fuertes ante cualquier terquedad. Que el Espíritu de Dios les dé esa gracia y descienda sobre todos ustedes.
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