ima cena, hoy jueves 9 de abril a las 18:00 horas, en la Basílica Menor de San Lorenzo Mártir Catedral, ante una Iglesia vacía, ya que en Bolivia se vive una Cuarentena a causa del Coronavirus y que ya ha cobrado la vida de muchos hermanos en nuestra Ciudad. Concelebraron la Misa, los Obispos Auxiliares; Mons. Estanislao Dowlaszewicz y Mons. René Leigue.
Esta noche es una noche única, la noche de la intimidad con el Señor, que con un gesto supremo de amor se entrega a la humanidad como pan de Vida. Es una noche a vivir en el silencio y recogimiento interior, y ustedes, que por la cuarentena nos acompañan por los medios de comunicación, están invitados a acompañarnos desde la intimidad de sus hogares. Su lejanía física no es impedimento para que vivan con intensidad el misterio de Jesús que, en su última cena, no ha querido dejarnos solos en los caminos de la vida, sino que se ha quedado para siempre entre nosotros, bajo las sencillas especies del pan y vino, alimentos de nuestra fe y vida cristiana, dijo el Arzobispo al iniciar su homilía.
Unidad en la Familia
El arzobispo afirmó que en estos días de encierro forzoso, el Señor nos ofrece la oportunidad para que crezca la unidad en la familia, para renovar o restablecer las relaciones entre esposos y entre padres e hijos, para pedirse perdón y reconciliarse, para ayudar a los miembros más débiles, para reavivar la llama del amor que ha hecho brotar la vida y para crecer en armonía y paz.
Estar atentos a las personas que tiene necesidad de ayuda
El Prelado aseguró que en esta cuarentena, Cristo “pan de vida”, nos pide estar atentos a las personas que tienen necesidad de ayuda, personas ancianas, mujeres solas, niños abandonados y los hermanos de los que nadie se recuerda. A veces basta una palabra, un gesto solidario, una mano tendida y una oración para que estos hermanos nuestros sientan, a través de nosotros, la cercanía de Dios que les da fortaleza y serenidad.
Instituye a la Eucaristía junto al sacerdocio
Jesús, al terminar la cena y después de partir y repartir el pan, bendecir el vino y ofrecerlos a sus apóstoles como su propio cuerpo y sangre, les deja un mandato: “Cada vez que hagan esto, háganlo en memoria mía”. Jesús pide a los apóstoles que hagan memoria de sus palabras y gestos que hacen presente en el tiempo el misterio de su amor, de su muerte y resurrección. Jesús de esta manera instituye a la Eucaristía junto al sacerdocio, confiando su cuerpo y su sangre en las manos frágiles de hombres necesitados de su gracia para que se perpetúe su presencia salvadora en medio de la humanidad, signo admirable de su amor, Dice Monseñor.
Sacerdotes Sean Testigos de Cristo Eucaristía
A todos los sacerdotes que en estos días comparten los sufrimientos de su comunidad, mis augurios sinceros para que sean testigos de Cristo Eucaristía y que como él se entreguen por amor y con espíritu de servicio a los hermanos y hermanas que el Señor le ha confiado, dijo el Obispo.
Testimonio de Vida
Así mismo el prelado aseguró que todo el misterio de la última cena es amor, amor que exige el testimonio de vida de sus apóstoles y discípulos: “Les doy un mandamiento nuevo, ámense los unos a los otros como yo los he amado”. Jesús acompaña este mandato con un gesto que no deja dudas: se pone de rodilla y lava los pies a sus discípulos, poniendo en claro que el amor se comprueba con los hechos y que el amor es verdadero cuando se vuelve servicio.
Cristo presente en la Eucaristía
Por eso, es Cristo presente en la Eucaristía que va creando en nuestro camino unas relaciones basadas en el amor servicial y unas exigencias que van modelando nuestra vida cristiana, que nos impulsan a la renovación personal y comunitaria y que nos mueven a “ser una Iglesia en salida”, cercana y solidaria con los que tienen hambre del Pan de Vida y del alimento de cada día.
Queridos hermanos y hermanas, al terminar la Eucaristía, dado que no se puede hacer las visitas a las siete Iglesias, les pido acompañarnos mientras trasladamos el Santísimo Sacramento en el lugar preparado para su reserva.
En silencio en contemplación y agradecimiento a Dios, que nos ha dado a su Hijo: “Pan de Vida”, que nos fortalece en nuestra vida cristiana, “Misterio de Comunión” que nos une en una sola familia y “Alimento en el Camino” que nos sostiene en nuestra peregrinación hacia la morada definitiva, en la que tendremos la dicha de participar, por toda la eternidad, de la comunión con Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, finalizó el Arzobispo de Santa Cruz.
Homilía de Mons. Sergio Gualberti, Arzobispo de Santa Cruz
Jueves Santo 9 de abril del 2020
Esta noche es una noche única, la noche de la intimidad con el Señor, que con un gesto supremo de amor se entrega a la humanidad como pan de Vida. Es una noche a vivir en el silencio y recogimiento interior, y ustedes, que por la cuarentena nos acompañan por los medios de comunicación, están invitados a acompañarnos desde la intimidad de sus hogares. Su lejanía física no es impedimento para que vivan con intensidad el misterio de Jesús que, en su última cena, no ha querido dejarnos solos en los caminos de la vida, sino que se ha quedado para siempre entre nosotros, bajo las sencillas especies del pan y vino, alimentos de nuestra fe y vida cristiana.
El Evangelio nos presenta justamente a Jesús que se reúne con sus apóstoles para celebrar con alegría la cena anual de la Pascua hebrea, en memoria de la intervención de Dios que liberó a su pueblo de la esclavitud de Egipto: “Este será para ustedes un día memorable y deberán solemnizarlo con una fiesta en honor del Señor”. En esa experiencia Israel descubre el rostro verdadero de Dios, el Dios liberador, el Dios de la vida y la historia que está y camina en con su pueblo y que lo lleva a la tierra prometida para que viva como nación libre del sistema opresor del faraón.
La Pascua es una fiesta que se celebraba en todas las familias hebreas, y Jesús quiere celebrarla a solas con los apóstoles, su nueva familia, no solo como memorial del pasado, sino como anticipo de su propia Pascua, la fiesta de la liberación del pecado, de la muerte que esclavizan a toda la humanidad.
Y nosotros esta noche queremos unimos con sus apóstoles y compartir con Jesús su última cena, estar a su lado en su despedida, en el sublime momento en que instituye la Eucaristía. En esta cena todas las palabras y gestos de Jesús revelan el misterio de nuestra salvación, como proclama el sacerdote en la celebración de la Eucaristía: “Este es el misterio de la fe”, el don inefable que encierra en sí mismo tesoros insondables que no podemos comprender con nuestra sola razón, sino con la luz de la fe. Verdaderamente la Eucaristía es un misterio, pero no en el sentido de un secreto cerrado e impenetrable, sino de un don maravilloso de Jesús que nos ama y nos une en comunión con él y entre nosotros, el “misterio de comunión”.
Y todos ustedes desde sus casas, gracias a Cristo que rompe las barreras del espacio, del tiempo y de la muerte, están participando espiritualmente de este “misterio de comunión” a pesar de no poder estrecharse alrededor del altar. En la Eucaristía Cristo nos reúne a todos cercanos y lejanos, vivos y difuntos, en la “Comunión de los santos”, como profesamos en el Credo. En la Eucaristía, “misterio de comunión”, “no solamente cada uno de nosotros recibe a Cristo, sino que también Cristo nos recibe a cada uno de nosotros. Él estrecha su amistad con nosotros: «Ustedes son mis amigos». En la comunión Cristo y nosotros nos hacemos amigos y «estamos» el uno en el otro cumpliendo su invitación: «Permanezcan en mí, como yo en ustedes».
Mons. Sergio: En esta Cuarentena, Cristo “pan de vida”, nos pide estar atentos a las personas que más nos necesitan
El apóstol Pablo califica como «indigno» de una comunidad cristiana la participación a la Cena del Señor, cuando se hace en un contexto de división o de indiferencia hacia los pobres y necesitados. Por eso, la comunión con el prójimo y la comunidad es la condición indispensable para participar de la Cena del Señor.
Una comunidad que se nutre de la Eucaristía, “alimento en el camino” tiene que crecer en los mismos sentimientos de Cristo, como comunidad fraterna, solidaria y misioenra. El Papa San Juan Pablo II decía que la Iglesia vive de Cristo, el «pan vivo» que da vida. Y en una de sus visitas a América Latina, nos dejó unas palabras proféticas: “Hambre de pan, nunca. Hambre de Dios, siempre”. Jesús en varias ocasiones, ante las multitudes desorientadas y hambrientas, se compadeció y sació su hambre no sólo de pan material sino de la Palabra de Vida.
Por eso, al alimentarnos de la Eucaristía “alimento en el camino”, nos comprometemos a seguir los pasos de Jesús, a solidarizarnos con los millones de seres humanos que en el mundo sufren hambre y luchar por un mundo más justo y fraterno. No podemos pensar de saciar el hambre de Dios, si sigue habiendo hambre de pan.
Concretamente para nosotros en esta la cuarentena, Cristo “pan de vida”, nos pide estar atentos a las personas que tienen necesidad de ayuda, personas ancianas, mujeres solas, niños abandonados y los hermanos de los que nadie se recuerda. A veces basta una palabra, un gesto solidario, una mano tendida y una oración para que estos hermanos nuestros sientan, a través de nosotros, la cercanía de Dios que les da fortaleza y serenidad.
Jesús, al terminar la cena y después de partir y repartir el pan, bendecir el vino y ofrecerlos a sus apóstoles como su propio cuerpo y sangre, les deja un mandato: “Cada vez que hagan esto, háganlo en memoria mía”. Jesús pide a los apóstoles que hagan memoria de sus palabras y gestos que hacen presente en el tiempo el misterio de su amor, de su muerte y resurrección. Jesús de esta manera instituye a la Eucaristía junto al sacerdocio, confiando su cuerpo y su sangre en las manos frágiles de hombres necesitados de su gracia para que se perpetúe su presencia salvadora en medio de la humanidad, signo admirable de su amor.
A todos los sacerdotes que en estos días comparten los sufrimientos de su comunidad, mis augurios sinceros para que sean testigos de Cristo Eucaristía y que como él se entreguen por amor y con espíritu de servicio a los hermanos y hermanas que el Señor le ha confiado.
Todo el misterio de la última cena es amor, amor que exige el testimonio de vida de sus apóstoles y discípulos: “Les doy un mandamiento nuevo, ámense los unos a los otros como yo los he amado”. “Cómo yo los he amado”, esta es la novedad. Amarnos como Jesús nos ha amado, no sólo a su estilo y manera, sino con la calidad, intensidad y entrega de su mismo amor divino, al servicio de la vida de todos. Jesús acompaña este mandato con un gesto que no deja dudas: se pone de rodilla y lava los pies a sus discípulos, poniendo en claro que el amor se comprueba con los hechos y que el amor es verdadero cuando se vuelve servicio.
Por eso, es Cristo presente en la Eucaristía que va creando en nuestro camino unas relaciones basadas en el amor servicial y unas exigencias que van modelando nuestra vida cristiana, que nos impulsan a la renovación personal y comunitaria y que nos mueven a “ser una Iglesia en salida”, cercana y solidaria con los que tienen hambre del Pan de Vida y del alimento de cada día.
Queridos hermanos y hermanas, al terminar la Eucaristía, dado que no se puede hacer las visitas a las siete Iglesias, les pido acompañarnos mientras trasladamos el Santísimo Sacramento en el lugar preparado para su reserva. Nos quedaremos unos momentos en silencio en contemplación y agradecimiento a Dios, que nos ha dado a su Hijo: “Pan de Vida”, que nos fortalece en nuestra vida cristiana, “Misterio de Comunión” que nos une en una sola familia y “Alimento en el Camino” que nos sostiene en nuestra peregrinación hacia la morada definitiva, en la que tendremos la dicha de participar, por toda la eternidad, de la comunión con Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén
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