Este domingo 12 de abril, el Secretario General de la Conferencia Episcopal Boliviana, Mons. Aurelio Pesoa, celebró en la Basílica Menor de San Francisco la misa del Domingo de Resurrección, en la ocasión alentó a renunciar a la pandemia de la mundanidad espiritual y vencerla con sabio discernimiento y con la medicina de la verdad. Así mismo deseó que esta sea una nueva vida de amor, de servicio, de honestidad, de caridad, de compasión, de tolerancia y “que nada impida nuestra Resurrección con Cristo”.
DOMINGO DE RESURRECCIÓN (A) 2020
HA RESUCITADO EL SEÑOR, ALELUYA, ALELUYA
1.- La Resurrección es la actuación más admirable de Dios en la historia de la humanidad. Realmente, una madrugada de Domingo, el sepulcro en el que pusieron a Jesús fue visitado por las mujeres y estaba vacío y, avisados los discípulos Pedro y Juan, salieron corriendo hacia el sepulcro, constataron que no estaba el cuerpo de Jesús, Pedro quedó perplejo, pero Juan, dice el texto del evangelista Juan, vio y creyó. Su acto de fe nos invita a nosotros también a creer la Buena Noticia que, desde entonces, viene anunciando la Iglesia: Jesús, ha resucitado.
2.- Si Jesús ha resucitado, esto quiere decir que el mal y los malos no tienen la última palabra en la historia de la humanidad. Los que metieron a Jesús en el sepulcro, con sus artimañas y mentiras, no tienen la última y definitiva palabra.
El mundo, la historia no está en manos de los intereses de los poderosos, de los que deciden, sin tener en cuenta a de los pobres del mundo. Esto es Buena Noticia para unos y es mala noticia para otros, depende de la honestidad con que estemos viviendo nuestra vida, depende de qué parte estamos viviendo, si de parte de la justicia, o de la injusticia.
El mundo, la historia, no están en manos de los que no dudan en mentir, engañar para salirse con la suya. El mundo y la historia están en manos de Dios y su justicia. Dios dio la razón a su Hijo Jesús, por eso lo Resucitó
Qué penoso sería para los pobres del mundo, para las víctimas de la injusticia, del mal, que la historia estuviese en manos del poder del dinero, de los injustos, en manos del pecado y de los que le sirven. ¿Quién les haría justicia? Nadie. La historia sería realmente un contra sentido.
Pero Dios es el que da sentido y Él es la garantía cierta de que triunfará el bien, la justicia, la honestidad, de que triunfará Dios en definitiva, y con Él, todos los que sirven a la verdad en este mundo.
3.- Hermanos: la historia y su sentido último no está en manos de una enfermedad, de un virus, o de una pandemia. Ni siquiera la muerte, aunque nos duele y entristece la forma en que han muerto muchos hermanos nuestros, enfermos de coronavirus y todo lo que han sufrido y sufren sus familiares, sin poder acompañarlos y estrechar su mano en el momento final.
Por eso hoy proclamamos, porque Cristo ha resucitado, que la muerte no es el final. La muerte no puede matar el sentido de la vida. La muerte hace que acabe una etapa de la vida de cada uno de nosotros, pero Dios nos sacará de la muerte, como hizo con su Hijo Jesús, y nos llevará a la vida plena y definitiva.
NI siquiera la muerte puede oscurecer el sentido pleno de la vida. La vida tiene sentido porque no hay enfermedad, virus, ni la misma muerte que pueda destruir la vida personal y su significado. Puede destruir este cuerpo, pero no puede destruir esta persona que, por la gracia de Dios, seguirá viviendo en la vida definitiva y verdadera.
4.- Hermanos, toda esa maravilla, ha comenzado con nuestro bautismo. El bautismo nos ha unido a Cristo, muerto y resucitado.
El bautismo nos ha hecho morir a una vida anterior, una vida vieja, una vida de esclavos del pecado, una vida que acababa en la muerte y nos ha dado lo que Cristo ha logrado para la humanidad: una vida nueva. Hemos muerto a esa vida vieja y hemos resucitado a una vida nueva, de forma que somos ya resucitados.
En este cuerpo ya es visible la realidad de la resurrección, de la vida nueva. Nosotros ya somos miembros de Cristo resucitado, por nuestro bautismo. Somos cristianos, somos de Cristo. Por eso la nueva vida tiene que verificarse en una vida de amor, de servicio, de honestidad, de caridad, de compasión, de tolerancia; ya no la vieja vida de las envidias, de los intereses personales, de pensar mal, de los odios, de los resentimientos, de rechazar a los diferentes, de la venganza, de la descalificación. No, todo eso tiene que morir en nosotros por el bautismo.
Hay que resucitar, pasar a la nueva vida de amarnos y entendernos, siendo diferentes, valorarnos los unos a los otros, alegrarnos del bien y de los éxitos del hermano, buscar el interés de los demás, el interés del pueblo, ser servidores, solidarios, perdonar, reconciliarnos, no dejarnos esclavizar por las cosas negativas de este mundo.
5.- La carta a los Colosenses nos invita a una vida de resucitados: “Ya que ustedes han resucitado con Cristo” La resurrección es una realidad dinámica y constatable, que ya ha comenzado. San Pablo extrae las consecuencias de esta dinámica de la resurrección ya comenzada: “Busquen los bienes del cielo, donde está Cristo. Tengan el pensamiento puesto en las cosas celestiales y no en las de la tierra”.
El Papa Francisco en su Exhortación Apostólica “Evangelii Gaudium”, nos invita a mirar más al cielo y menos a la tierra, cuando nos alerta contra el mal de la mundanidad espiritual, afirmando en el número 93: “La mundanidad espiritual, que se esconde detrás de las apariencias de religiosidad e incluso de amor a la Iglesia, es buscar, en lugar de la gloria del Señor, la gloria humana y el bienestar personal…Es un modo sutil de buscar sus propios intereses y no los de Cristo Jesús.” Debemos huir de la mundanidad, como de la pandemia estos días, como de los virus, porque el Papa afirma con contundencia: en esta mundanidad espiritual “ni Jesucristo ni los demás interesan verdaderamente”, o sea, los propios intereses lo llenan todo.
6.- Realmente una vida así, poseída por esa pandemia de la mundanidad espiritual, es contraria a la vida de los resucitados con Cristo en el bautismo y solo se puede vencer con un sabio discernimiento y con la medicina de la verdad, que tantas veces rechazamos, cuando estamos poseídos por esa enfermedad.
Por eso queridos hermanos, ojalá que cuando termine toda esta situación de la pandemia, antes de reunirnos en nuestros grupos afines, busquemos reunirnos en los lugares sagrados para agradecer al Dios de la vida y pedirle que guíe nuestro caminar como hombre nuevos redimidos por la Resurrección de su Hijo Jesucristo.
Que el Espíritu de Cristo resucitado nos resucite también a nosotros a una vida nueva y eterna. Que nada impida nuestra resurrección con Cristo. ¡Feliz Pascua a todos Aleluya, Aleluya!.
Fuente: IGLESIAVIVA.
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