Sergio Centofanti – Ciudad del Vaticano
Hoy, el Papa Francisco, al recibir en el Palacio Apostólico a los Carabineros de la Compañía “Roma San Pietro”, ha dicho espontáneamente algo muy personal que lo hace aún más cercano a nosotros:
Es hermoso y conmovedor pensar que cada mañana el Papa se asoma entre las cortinas de su estudio para mirar la plaza y la ciudad y nos bendice, reza a Dios por todos nosotros, por toda la humanidad. Mira sin ser visto, en secreto, desde la ventana donde todos los domingos aparece en la televisión de todo el mundo, y piensa en nuestras labores y sufrimientos, y da gracias por los que hacen el bien, por los que cuidan de las personas más frágiles.
Invoca los dones del Espíritu Santo sobre nosotros, reza a nuestra «Madre tiernísima» para que pueda llevar nuestras necesidades y expectativas a su Hijo: “Ella es madre y como todas las madres sabe cómo custodiar, cómo cubrir, cómo ayudar”.
Caminando en la Plaza de San Pedro, a menudo levantamos la vista a esa ventana desde donde tantos Papas han mirado y tantos recuerdos emergen. Hoy podemos imaginar que detrás de esas cortinas Francisco también nos mira, para velar, para rezar por nosotros.
Pero él también, lo hace al final de cada encuentro, pide oraciones: «Y por favor no se olviden de rezar por mí». El Papa lo necesita, especialmente en este difícil momento que vive la Iglesia y la humanidad.
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