La presencia del Papa en Malta, Scicluna: un reto que dará frutos

Acogida, evangelización, alegría y humanidad: algunas palabras claves para marcar los encuentros del Papa en Malta y Gozo. «Una presencia que nos ha dado tanto, una Gracia del Espíritu», explica el arzobispo

Las palabras, los gestos y los encuentros del Papa con la población de Malta y Gozo han dejado una profunda huella y un fuerte sentimiento de «curación». Lo afirmó el arzobispo Charles Jude Scicluna al final de los dos intensos días que Francisco pasó en el archipiélago mediterráneo. A través de sus palabras se percibe el calor y la alegría con que el sucesor de Pedro fue acogido y acompañado en esta peregrinación tras las huellas del apóstol Pablo:

¿Como ha sido este viaje? ¿Qué impresión le dejó?

Le diré lo que la gente sintió: fue un momento de gracia muy fuerte y una gran responsabilidad, porque recibimos mucho de las palabras, de los gestos, de la presencia tan cálida y cordial del Papa y esto es una herencia que se convierte también en una responsabilidad para nosotros. Ahora debemos hacer crecer esta semilla que el Señor, en su misericordia, ha plantado en el surco que es la Iglesia en Malta y Gozo.

Usted ha estado junto al Papa Francisco en todas las etapas de su viaje. ¿Cuál fue el momento que más le impactó?

Debo decir que hay muchos momentos que me vienen inmediatamente a la mente. Al principio, apenas el Papa aterrizó, le pedí -porque llevaba en mi corazón las peticiones y oraciones de tantas personas- que intercediera por la curación física y espiritual de todos nosotros. Le dije: «Santidad, ¿nos da la curación que necesitamos?» Y debo decir que la relación del Papa con la gente, el abrazo de la gente con el Papa, trajo consigo este fuerte sentimiento de reconciliación imperceptible, pero ciertamente presente gracias a la fuerza del Espíritu. Lo que me reconfortó en esta convicción fue la alegría en los rostros de la gente al paso del Papa. En las calles de las islas de Malta y Gozo había una alegría en los ancianos, los enfermos, los jóvenes y los niños, una alegría que sólo el Espíritu puede dar.

Usted ha hablado de la importancia del tema de la «curación», que está estrechamente relacionado con el de la hospitalidad. Me refiero al pasaje de los Hechos de los Apóstoles en el que Pablo, tras ser acogido, llega a Malta para ser «curado». ¿Ha sido realmente el viaje de la acogida?

En primer lugar, el Papa fue recibido con un calor humano extraordinario. Pero es un calor humano que respondió al calor humano y espiritual de este gran pastor que es el Papa Francisco. Por supuesto, la acogida, como también nos dijo en su homilía de este domingo, no es tan «de bajo precio». Tiene un precio, una responsabilidad, un compromiso, y es un reto que aceptamos porque también significa vivir como cristianos. Ahora nos preparamos para la Santa Pascua: nuestra experiencia aquí, con el Papa, en tierra maltesa, en el corazón del Mediterráneo, nos compromete a hacer fructificar en el Espíritu la alegría del Señor resucitado, que nadie podrá arrebatarnos.

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La alegría de la evangelización ha sido el tema, si se quiere, de muchos momentos. El Papa lo repitió muchas veces en el santuario de Gozo, recordando también que estar anclado a las raíces para un cristiano no significa estar anclado al pasado…

Sí, lo repitió como un estribillo: «La alegría de la Iglesia es la evangelización». Les dije a mis hermanos obispos que en esto ya tenemos un plan pastoral para el futuro: anunciar la Buena Noticia con el testimonio de la paz interior que no escapa, no desatiende la cruz, sino que lleva la cruz, lleva la carga del vivir, con serenidad y también con alegría.

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Además del tema de la acogida, el Papa también prestó gran atención a lo que ocurre en el mundo: mencionó el naufragio frente a las costas de Libia y habló de la guerra en Ucrania. ¿Qué importancia han tenido estas palabras?

Son palabras lapidarias que golpean no sólo la conciencia de la sociedad maltesa, sino también la de los países ribereños del Mediterráneo y de Europa, porque son una llamada a una «civilización de la humanidad». El Papa nos dijo claramente: «Si dejamos que nuestros hermanos y hermanas sean víctimas de naufragios, también nosotros seremos víctimas del naufragio de nuestra propia civilización, porque faltará la humanidad que nos hace ser lo que somos».

Michele Raviart – Valletta

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