Carta Del Superior General Para La Solemnidad De La Asunción

Queridos hermanos oblatos y todos los que viven el carisma oblato.

Estos meses de la pandemia del coronavirus han causado incertidumbre y ansiedad al comprobar que todavía está fuera de control. Parece que cada vez se habla menos de volver a una vida normal y con temor nos damos cuenta que lo que estamos viviendo ahora es nuestra nueva normalidad. Las consecuencias sociales y económicas están empobreciendo y golpeando al pobre más que a ninguna otra persona. Leemos alarmados cómo se expande la COVID-19 en la región Amazónica causando estragos en los pueblos indígenas.

En junio, en los Estados Unidos, un oficial de policía blanco mató a un hombre negro presionando su cuello con la rodilla por casi ocho minutos mientras el hombre estaba en el suelo con sus manos esposadas, desencadenando un movimiento de manifestaciones globales contra el racismo y toda forma de discriminación. El medioambiente de nuestro planeta, a pesar de haber presentado alguna mejora en la calidad del aire a causa del confinamiento, ha mostrado un deterioro continuo y una contaminación que nos hace acercarnos más rápidamente al punto de no retorno. Las realidades de pobreza, hambre, guerra, persecución religiosa y cambio climático están generando el desplazamiento de millones de personas buscando algo de calidad de vida. Otras formas de violencia, como las causadas por los carteles de la droga y el tráfico humano, añaden sufrimiento en nuestro mundo. Los gobiernos están enredados por la polarización de conflictos y la corrupción extravagante, ignorando la difícil situación de los pobres.

Este mundo nuestro con todas sus heridas es nuestra preocupación, nuestro lugar de misión. La imagen que el papa Francisco usa con frecuencia, la del hospital de campaña en una guerra, manifiesta bien la misión de la Iglesia y la nuestra, en este estado de emergencia. Por eso fue una sorpresa que el 20 de junio se informara que el papa Francisco agregó tres nuevas invocaciones en las Letanías Lauretanas. Alguien dijo, “¿es que no tiene cosas más importantes que hacer?” Estoy seguro que sí, pero como hombre de fe y devoto de la Madre de Jesús nos estaba enviando un mensaje necesario ante la crisis presente que el mundo está viviendo. Cada invocación habla del contexto del mundo y de la misión que afrontamos: María como Madre de Misericordia, Madre de Esperanza y Consuelo de los Migrantes.

La Iglesia ha invocado a María como Madre de Misericordia durante siglos. Es la Madre de Jesús que es la misericordia encarnada. Este título celebra al Dios al que ella canta en su Magníficat: el Altísimo que recuerda la promesa de misericordia que hizo a Abraham y Sara y que viene para ensalzar al humilde y derribar al poderoso y al rico. Esta invocación también nos recuerda que Dios es fielmente misericordioso, está en medio de nosotros y peregrina con nosotros en la obscuridad de estos días. Como una Madre amorosa, Dios nos consuela y nos abraza estrechamente para darnos seguridad en medio de los miedos e inseguridades a los que nos enfrentamos. Orar a nuestra Madre de Misericordia nos genera fuerza, ánimo y energía para que nos convirtamos en ministros de la misericordia en el hospital de campaña. Hemos visto y oído muchos testimonios excepcionales de misericordia en estos meses de pandemia.

Madre de Esperanza, es otro título que la Iglesia ha utilizado durante siglos. El ser de María está centrado en su hijo Jesús que es nuestra firme esperanza. Incluso al enfrentarnos a la pandemia, la violencia y el mal que nos rodean, la Madre de Esperanza nos recuerda la bendita certeza de aquellas cosas que no vemos y nos capacita para ver lo invisible, el reino de Dios está entre nosotros. Nuestra visión, capacitada por la esperanza, nos da ojos capaces de reconocer los pequeños gestos de amor, belleza y fraternidad en nuestro mundo roto.

Nuestra Madre de Esperanza también nos ayuda a escuchar el canto nuevo, un canto de victoria que solo aquellos que pertenecen al Cordero pueden oír. Es un canto que habla del misterio del Reino de Dios entre nosotros, verdaderamente presente en el mundo. La esperanza es la certeza de cosas que no vemos y aunque el mal abunda y parece estar ganando la batalla, la esperanza es la confianza de que la gracia de Dios es más abundante, fuerte y perdurable que el mal. Esta invocación, Madre de Esperanza, no solo nos llama a estar llenos de esperanza sino también a comprometernos para ir a trabajar en el hospital de campaña. Nos guía a cooperar en nada menos que la trasformación de nuestra sociedad a través de gestos de amor y gracia, como artesanos de paz, promotores de la justicia social y cuidando seriamente nuestra casa común.

Por último, muy consciente de la realidad de la migración en todo el mundo, el Santo Padre ha insertado Consuelo de los migrantes en la Letanía. Sí, Jesús, María y José conocieron lo que significa huir de su país y convertirse en refugiados. La Sagrada Familia proporciona consuelo a los migrantes y solidaridad con los millones de personas desarraigadas de nuestro planeta. La invocación “Consuelo de Migrantes” no es solamente una oración para consolar los migrantes, sino también un compromiso para ir al hospital de campaña convirtiéndonos en una fuente de apoyo concreto, ayuda y acogida a los migrantes.

Cuando visitaba una parroquia oblata en un lugar que tiene muchos migrantes, en un tenso tono de voz un feligrés preguntó: “¿qué se supone que tenemos que hacer con todos estos extranjeros que vienen a nuestro país?” Respondí que es un complicado problema social, político y económico que requiere soluciones a largo plazo. Pero que en último término, Jesús nos dijo lo que hay que hacer: “fui extranjero y me acogisteis”. Creo que cuando oramos con este título de María, Consuelo de los Migrantes, estamos diciendo que actuaremos con justicia y caridad. Tenemos que abordar las causas, un reto a largo plazo y tenemos que acoger, ofrecer asistencia y mostrar solidaridad a aquellos que vienen entre nosotros.

Al contemplar las numerosas invocaciones de la Letanía de Loreto nos sentimos atraídos a cumplir la Palabra comprometidos en la misión de Jesús y no ser simples oyentes. El papa Francisco está en contacto profundo con las rupturas de nuestro mundo. Las adicciones a la Letanía de Loreto son un llamado para renovar nuestra vida de oración y nuestra devoción a la Madre de Jesús en este periodo crítico de la historia. Igualmente estos títulos nos convocan al hospital de campaña de una humanidad sufriente y de una creación herida, como misioneros de esperanza, caridad y consuelo.

Recordamos que la Asunción de María es una fiesta oblata desde que un día como este en 1822, san Eugenio recibió una gracia muy especial por la intercesión de Nuestra Señora. Le aseguró sobre el futuro de la Congregación y los buenos frutos que produciría. ¡Seguimos siendo bendecidos por la sonrisa de la Virgen Inmaculada tanto ahora como en el futuro! ¡Les deseo a todos un día gozoso de fiesta!

En Jesucristo y María Inmaculada,
Louis Lougen, OMI
Superior general

15 de agosto de 2020

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