Papa: den testimonio y rompan los hábitos para dar a conocer la misericordia.

Durante la misa matutina celebrada en la Casa Santa Marta, el Papa pone en guardia contra el pecado de murmurar, «nuestro pan de cada día» a nivel personal, familiar, parroquial, diocesano y social; y recuerda que la lógica del Evangelio es contraria a la lógica del mundo.

El testimonio, el murmullo y la pregunta. Son las tres palabras sobre las que el Papa Francisco reflexionó esta mañana en su homilía en la Misa matutina celebrada en la capilla de la Casa Santa Marta. El Pontífice centró su prédica a partir del Evangelio de hoy, según San Lucas (Lc 15, 1-10), que parte precisamente del testimonio que da Jesús: publicanos y pecadores se acercan a Él para escucharlo y Él come con ellos, a pesar de las murmuraciones de los escribas y fariseos.

El testimonio hace crecer a la Iglesia

Por tanto, ante todo, sobresale el testimonio de Jesús: «algo nuevo para entonces», dijo el Papa Francisco, «porque ir con los pecadores te hacía impuro, era como tocar a un leproso».

Por eso los doctores de la ley y el orden se alejaban de ellos. Francisco observa, por consiguiente, que «testimoniar nunca en la historia es fácil, ni para los testigos -quienes muchas veces pagan con su martirio- ni para los poderosos».

«Ser testigo es romper un hábito, una forma de ser…. Romper para mejor, cambiarlo. Por eso la Iglesia avanza con sus testimonios. Lo que atrae es el testimonio, no son las palabras las que ayudan, sino el testimonio lo que atrae y hace crecer a la Iglesia. Y Jesús testifica. Es algo nuevo, pero no tan nuevo porque la misericordia de Dios también estaba presente en el Antiguo Testamento. Nunca entendieron – estos doctores de la ley – lo que significaba: «Misericordia quiero y no sacrificios». Lo leyeron, pero no entendieron lo que era la misericordia. Y Jesús, con su manera de actuar, proclama esta misericordia con su testimonio», explicó el Sucesor de Pedro reiterando que «el testimonio siempre rompe un hábito» y también «te pone en riesgo».

En lugar de resolver un conflicto, se murmura

El testimonio de Jesús provoca, de hecho, murmuraciones. Los fariseos, los escribas, los doctores de la ley decían: «Él recibe a los pecadores y come con ellos». No decían: «Pero mira, este hombre parece bueno porque está tratando de convertir a los pecadores».

Una actitud que consiste en hacer siempre «el comentario negativo para destruir el testimonio». «Este pecado de murmurar es cotidiano, tanto en lo pequeño como en lo grande», observa de nuevo Francisco, indicando que en nuestra propia vida nos encontramos murmurando «porque no nos gusta eso o aquello» y en vez de dialogar o «tratar de resolver una situación de conflicto, murmuramos secretamente, siempre en voz baja, porque no hay valor para hablar claramente». Este es también el caso «en las pequeñas empresas, en la parroquia».

«¿Cuánto se murmura en las parroquias? Con tantas cosas», dijo el Papa, afirmando que cuando hay «un testimonio que no me gusta o una persona que no me gusta, el murmullo se desata inmediatamente».

«¿Y en la diócesis? Las luchas intradiocesanas… las luchas internas de las diócesis, ustedes las conocen. Y también en política. Y eso es malo», añade el Santo Padre haciendo hincapié en que  cuando un gobierno no es honesto, trata de ensuciar a sus oponentes con murmuraciones: ya sea difamación, calumnia, siempre se está buscando algo.

«Y ustedes conocen bien a los gobiernos dictatoriales, porque han experimentado esto, ¿qué hace un gobierno dictatorial? Primero toma en mano los medios de comunicación con una ley y a partir de ahí, comienza a murmurar, a menospreciar a todos aquellos que para el gobierno son un peligro. Murmurar es nuestro pan de cada día a nivel personal, familiar, parroquial, diocesano y social».

La pregunta de Jesús

Se trata -señala de nuevo el Papa- de «una laguna para no mirar a la realidad, para no dejar que la gente piense». Jesús lo sabe, pero es bueno y «en vez de condenarlos por murmurar», hace una pregunta. «Usa el mismo método que ellos», que es hacer preguntas. La diferencia es que ellos preguntan para poner a prueba a Jesús, «con mala intención», «para hacerlo caer»: por ejemplo, con preguntas sobre los impuestos que hay que pagar al imperio o sobre el repudio a una esposa. Jesús utiliza el mismo método pero con una finalidad diferente.

Jesús les dice: «Si tenéis cien ovejas y perdéis una, ¿quién de vosotros no deja las noventa y nueve en el desierto y va en busca de la perdida hasta que la encuentra? Y lo normal sería que ellos lo entendieran», afirma Francisco, pero en vez de eso se ponen a hacer cálculos: «Tengo 99 ovejas… veamos si pierdo una…está atardeciendo…está oscuro… olvidémonos de aquella y en el balance de ganancias y pérdidas salvemos a estas.»

«Esta es la lógica farisea. Esa es la lógica de los doctores de la ley. ¿Cuál de ustedes? y eligen lo opuesto a Jesús», argumenta el Obispo de Roma. Por eso no van a hablar con los pecadores, no van a los publicanos, no van porque: «Mejor no ensuciarse con esta gente, es un riesgo. Nosotros salvamos a nuestra gente». Jesús es inteligente al hacerles la pregunta: entra en su casuística, para dejarlos en una posición diferente de la correcta.

«¿Cuál de ustedes?» Y nadie dice: «Sí, es verdad», pero todos dicen: «No, no, yo no haría eso». Y por eso son incapaces de perdonar, de ser misericordiosos, incapaces de recibir.

La lógica del Evangelio contraria a la lógica del mundo

Finalmente, el Papa sigue recordando las tres palabras sobre las que se desarrolló su reflexión: «el testimonio», que interpela y que hace crecer a la Iglesia»; «el murmullo», que es «como un guardia interior para que el testimonio no me haga daño», y «la pregunta» de Jesús.

Francisco recuerda también otra palabra: la alegría, la celebración, que esta gente no conoce: «todos los que siguen el camino de los doctores de la ley no conocen la alegría del Evangelio», subraya el Papa, que concluye diciendo: «Que el Señor nos haga comprender esta lógica del Evangelio contraria a la lógica del mundo».  Débora Donnini – Ciudad del Vaticano

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