Benedicto XVI, un Papa teólogo, honrado y bueno

Por: Víctor Codina, SJ

No me resulta fácil presentar a vuela pluma la semblanza de Benedicto XVI porque él ha sido un Papa atípico y porque personalmente no he sintonizado mucho con su estilo teológico.

Ninguno de sus predecesores más recientes en el pontificado fue un teólogo profesional.

Pío XII era un intelectual que hizo avanzar la reflexión bíblica, eclesiológica y litúrgica, pero no fue teólogo de profesión, no comprendió la Nouvelle théologie y depuso de su cátedra a varios teólogos franceses que luego serían grandes teólogos del Vaticano II.

Juan XXIII fue un hombre profeta y místico que movido por el Espíritu revolucionó la Iglesia con la convocatoria del Vaticano II. Pero tampoco fue teólogo profesional.

Pablo VI, buen conocedor de la teología, fue ante todo un hombre de Iglesia que llevó adelante el Vaticano II, acentuando el diálogo eclesial y el anuncio del evangelio, pero al final de su vida se asustó ante la polarización eclesial postconciliar.

Juan Pablo II, luego del breve pontificado de Juan Pablo I, fue un gran actor social y pastoral que llevó la Iglesia al 2º milenio, pero no era un teólogo profesional y quizás por esto mismo en 1982 llamó a Ratzinger para que fuera Prefecto de la Congregación de la doctrina de la fe.

Obviamente a la muerte de Juan Pablo II, Ratzinger fue elegido Papa el 19 de abril de 2005 con el nombre de Benedicto XVI.

Josef Ratzinger, nacido en 1926 en Baviera, Alemania, fue profesor de teología en Tübingen, asistió al Vaticano II como joven perito teólogo del arzobispo de Colonia, y fue nombrado en 1977 arzobispo de Munich.

A diferencia de sus predecesores en el obispado romano, Ratzinger fue un teólogo profesional y sus primeros escritos como El nuevo pueblo de Dios, muestran un talante abierto y renovador. Pero seguramente el impacto de mayo del 68, del que sufrió las consecuencias como profesor en Tübingen y las tensiones del posconcilio le afectaron mucho y se trasladó a Regensburg. Desde entonces su teología se volvió tímida y conservadora.

Como Prefecto de la Congregación de la Doctrina de la fe mostró su reticencia no al Vaticano II, pero sí a las interpretaciones que se hacían de él. Sus Documentos como Prefecto son muy restrictivos respecto a las Iglesias locales y a las conferencias episcopales, critica el feminismo, la exégesis histórico-crítica y el diálogo inter-religioso y emite una Instrucción muy dura contra la teología de la liberación, compendio de todos los errores. Son los años duros del invierno eclesial y de la sequía eclesial, con más de un centenar de teólogos amonestados y censurados. El influjo teológico de Ratzinger en el pontificado de Juan Pablo II fue tan grande que cuesta distinguir la música de Juan Pablo II de la letra de Ratzinger.

Una vez elegido Papa, cambió su estilo y cuando se temía a un Papa inquisidor, su primera encíclica no fue una crítica del relativismo sino una defensa del amor de Dios, “Dios es amor” (2005) y en su primer párrafo formula con gran profundidad y sencillez la esencia del cristianismo:

 “No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva”.

Años más tarde, en la Conferencia Episcopal Latinoamericana de Aparecida (2007) Benedicto XVI afirmó que la opción por los pobres forma parte de nuestra fe cristológica. Y en otra ocasión advirtió que vamos hacia una Iglesia pequeña y pobre, de cristianos convencidos, muy lejos del triunfalismo de la Iglesia de cristiandad.

Como Papa escribió tres volúmenes sobre Jesús de Nazaret y al final del II volumen comparaba la situación eclesial actual con la tempestad de los discípulos en el lago de Tiberíades, mientras Jesús dormía.

Inesperadamente el 11 de febrero de 2013 Benedicto presenta su renuncia al pontificado por motivos físicos de salud, un hecho profético, de gran humildad y honradez, inusitado desde Celestino V en 1294.

Pero podemos preguntarnos si ese gesto de renuncia se debe solo a su estado de salud o bien representa una mezcla de decepción, impotencia teológica y fracaso pastoral, ante los cambios de la sociedad y la Iglesia. Retirado en el monasterio contemplativo Mater Ecclesia del Vaticano, ha pasado sus últimos años en una vida ejemplar de silencio y oración y aunque seguramente muchas actuaciones de Francisco le sorprendieron, no ha querido nunca liderar a los opositores del Papa, ya que como repetía “Solo hay un Papa, que es Francisco”.

Su reciente muerte el 31 de diciembre de 2022 culmina una vida honrada y buena, de fe profunda en el Señor y amor intenso a la Iglesia. Que descanse en paz y pueda escuchar aquellas palabras “Ven siervo bueno y fiel, entra en el gozo de tu Señor”.

 Víctor Codina SJ

31 de Diciembre de 2022

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