“En el relato de la trasfiguración de Jesús, es uno de los momentos en los que se manifiesta el triunfo de Jesús sobre la cruz, y es al mismo tiempo un llamado a vivir y restaurar la fe y la esperanza, la que fue ofrecida por Dios Padre y prometida desde antiguo”, manifestó Mons. Aurelio Pesoa, Obispo del Vicariato Apostólico de Beni y Presidente de la Conferencia Episcopal Boliviana al celebrar la eucaristía de este domingo segundo de cuaresma.
Mons. Aurelio expresó que lo que hoy el evangelio nos dice a través de la transfiguración es recordar: “Este es mi hijo muy querido, escúchenlo; fue lo que oyeron esos tres hombres (apóstoles) que acompañaron a Jesús en el monte, se les manifestó Cristo en su divinidad, para que cuando lo viesen más tarde sufriendo en la cruz, rechazado y humillado, ellos recordasen que lo habían visto como Dios y que creyesen en su obra de amor y salvación para con toda la humanidad”.
“Relata que Pedro, el primero de los elegidos, después de haber escuchado el primer anuncio de la pasión que había hecho el Maestro, no comprende lo que estaba aconteciendo en ese momento tan único que estaban viviendo y por eso sugiere construir tres carpas para permanecer en esa presencia tan tranquila y pacífica, olvidándose de todo lo que el maestro les había anunciado”.
“Entonces los apóstoles fueron testigos que experimentaron por un momento la manifestación divina, un momento de cielo en la tierra, aquella experiencia fue tan real y transformante que no dudaron en querer quedarse ahí, por eso dijo Pedro…que bien estamos aquí. Nos dice el evangelio que mientras hablaba una nube los cubre son su sombra, la señal más clara de la presencia divina, se llenaron de temor, y una voz, se oyó este es mi hijo el elegido, escúchenlo; la pasión y la muerte no son por tanto un final, hay que escuchar al Maestro, ese maestro que a través de la pasión y muerte recibirá la gloria, Él será el que venza y triunfe sobre la muerte”.
El Obispo de Beni dijo que este momento tan importante como la trasfiguración del Señor es una invitación a creer que hay una realidad oculta a nuestros ojos, pero si es posible vislumbrar por medio de la fe: “hay un cielo que más que un lugar, es un estado de felicidad y amor pleno, hacia esa realidad, donde todos caminamos en esta vida, y Cristo la mostró a los apóstoles para que nosotros también creamos, busquemos y esperemos; pero debemos estar atentos, ese cielo, podemos y debemos adelantarnos ya aquí en la tierra, el cielo y la felicidad no debe ser solo una realidad futura, sino que debe ser experimentado en el aquí y en el ahora, cuando en esta tierra decimos que…que bien estamos aquí, estamos adelantando el cielo en la tierra, el ser cristiano, no es solamente aspirar a los bienes de arriba, es hacer que este mundo, no solamente sea más humano, sino más cristiano”.
“Es una invitación a ser hombres y mujeres portadores de fe y esperanza, creer y esperar en Dios no es quedarse o alejarse de la vida, no es la espera inactiva, sino hacer frente a todas las situaciones que producen y causan muerte, hacer frente a aquello, con nuevas fuerzas, ver la vida no solo con ojos humanos sino con los ojos de Dios, este ver se realiza cuando escuchamos la palabra de Dios, en este tiempo donde se dicen tantas palabras, pero muchas de ellas vacías, debemos escuchar esa palabra que aporta vida y esperanza”.
“En mundo donde hay muchos que quieren hablar sin escuchar, estamos todos llamados a vencer la tentación, a veces esa tentación generalizada en los creyentes de los tiempos pasados y también en los nuestros, a escuchar la palabra de Dios, ante tantas profecías, adivinadores que presagian calamidades y anuncian un final, desastre cercano o final de los tiempos, es bueno escuchar la palabra de Dios, que recordemos el mismo Hijo dijo…solamente el Padre conoce el día y la hora en que aquello sucederá, ni el hijo conocía”.
Finalmente alentó nuevamente a ser hombres de fe y esperanza, y que en este tiempo de cuaresma nos esforcemos por convertirnos cada día; escuchar la palabra de Dios, para no dejarse amedrentar con el miedo y temor al desastre que muchos agoreros predicen; pues el católico está llamado a ser persona de fe y esperanza, portador de la luz que proviene de rostro de Jesús.
Fuente: Iglesia Viva
Deja un Comentario