La Navidad tiene nombre: Familia

El Obispo Emérito de Santa Cruz, Monseñor Braulio Sáez introdujo con una profunda reflexión sobre la Navidad y ola Familia el Saludo Navideño 2018 que se realizo este jueves 20 de diciembre con toda la comunidad de la Iglesia local.

El Prelado aseguró que “La Familia necesita la Navidad y la Navidad necesita a la Familia”.

                   LA NAVIDAD TIENE  UN NOMBRE: FAMILIA.

Hablo en nombre de la comunidad carmelita del klm 9 – somos familia

  1. Aquella Familia

La Navidad y el tiempo que le precede tiene nombres, muchos nombres que han ido apareciendo: profetas como Isaías y Juan el Bautista. Pero de manera particular: Jesús, María, y José. Los tres forman una familia, una familia muy especial, la Familia por excelencia.

  – María: la mujer elegida por Dios con predilección; y en palabras del ángel Gabriel la más “bendita entre todas las mujeres”: joven, con la sencillez de la verdad en todo lo suyo, siempre muy atenta y hasta temblorosa ante el Misterio hecho Luz; mujer de la casacuidadosa de todo,  colocando cada cosa en su sitio…o haciendo sitio a  cada  cosa. Mujer que concentraba  todo en su corazón  inteligente.

  – José: hay una palabra que lo define: hombre justo; predestinado para ser cabeza y guía de la familia, con responsabilidades que no había previsto, y unas manos duras de trabajador…; su Navidad se parecía más a la nuestra: con perplejidad y puro asombro siempre. Cuando tengan que identificar a Jesús, dirán sencillamente “el hijo del carpintero”. A José nos lo presentan en el Evangelio con una actitud siempre muy discreta, nos impacta su silencio y, sobre todo, su estar siempre dispuesto a secundar la voluntad de Dios.

  – y  Jesús: el esperado de todos los tiempos: nacimiento de niño como todos y además pobre, ya que no había lugar para él;  nació en un pesebre de animales, sin casa y sin cuna; pero eso sí, se encontró con un hogar donde había mucho amor y cariño… y allí “fue creciendo en sabiduría y en gracia delante de Dios y de los hombres”, obedeciendo en todo,  y trabajando en el oficio de su padre…  

Todos en esta familia comparten vida, oran y trabajan; los tres, “a la escucha” de Dios y haciendo realidad su Reino. Es lo que esta tarde quisiéramos hacer todos quienes nos hemos reunido para sumergirnos en el misterio que vamos a celebrar dentro de unos días.

– La Navidad tiene nombre de Mujer: María, la Madre

Ella estaba en la pequeña aldea de Nazaret…y le llegó la propuesta divina (Lc 1, 26-38):hubo diálogo intenso, sorpresa, asombro, preguntas…y la creyente María dijo Sí: y desde ese momento entra en la dinámica  misteriosa y envolvente de los designios divinos, envuelta en la sombra fecundante de la divinidad.

– Fue el Sí que cambió la historia. Dios venía de lejos soñando con la salvación de todos nosotros, y como en un exceso de su amor…el evangelista Juan nos dirá: “tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único para que quien cree en él no muera, sino tenga vida eterna” (Jn 3, 16). “Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros” (Jn 1,14)

– Si Jesús nos viene, es porque nos es Enviado; pero no de visita, como sus ángeles, que vienen y se van, sino para quedarse; no para observar desde fuera, sino desde dentro…para hacerse ser humano, y padecerse humano, y para que se cumpliera la Promesa de la Encarnación; no para condenarnos, sino para salvarnos.

– Para todo esto, Dios necesitó de una mujer, de María, la joven de Nazaret; su adhesión personal  supuso la donación de todo su ser de mujer: “Yo soy la esclava del Señor, que se cumpla en mí tu palabra” (Lc 1, 39). Y ahora, mirándola, la admiración es nuestra.

– Y la Navidad tiene también nombre de Varón: José, su esposo.

– Nos cuesta meternos en el personaje José. A lo largo de la historia ha pasado desapercibido y quizás lo sigue para muchos. Sin inventarnos historias, todo fue muy normal: y el encuentro con María marcaría para siempre su vida, al principio de felicidad de enamorados y comprometidos…y después…

– Cuando María vuelva de su visita a la prima Isabel: ¡el estado de buena esperanza en María era evidente!… ¡Estaba embarazada! Y al momento en José se fueron apagando todas las luces…y se hizo la noche y el silencio: el de María y el de José: dos silencios en complicidad, que provocan el  asombro de Dios y el nuestro. Y dolor, mucho dolor; tan grande como el amor

– Pero José ama, respeta…y decide echarse a un  lado…Pero un ángel se hizo presente en su “noche oscura”, y escuchó unas palabras misteriosas: “no temas recibir a María como tu esposa”.., la criatura que espera es obra del Espíritu Santo” (Mt 1,20).  Y José hace suya la voz, y la noche de golpe se hace día, se hace liberación, felicidad… y fue el triunfo del amor y la fidelidad…y cuando se despertó del sueño hizo lo que el ángel le ordenó y la recibió como esposa” (Mt,1 24)

– Y un Nombre “sobre todo nombre”(Flp 2,9): Jesús

– El misterio de Dios en Jesús se fue manifestando a través de su familia: lo “bebió” en la leche materna y lo digirió sobre las rodillas de su padre José. 

Su imagen de Dios fue evolucionando a través de su vida, marcada por el anonimato durante 30 años; y dada su mentalidad semita, nunca explicita conceptualmente cómo es Dios,  y su lenguaje es indirecto (parábolas) y práctico (al servicio del Reino).

– Dios es Padre, y El, Jesús, su Hijo: así se presenta Jesús desde el principio de su vida pública: y Abbá es un calificativo original, sólo posible saliendo del corazón y los labios de Cristo: una joya espiritual, que las primitivas comunidades cristianas conservaron en lengua aramea.

– y es la gran revelación espiritual, que se hizo presente en el mundo: es la condición amorosa de Dios, hecho ternura y bondad, misericordia…que sólo algunos profetas  y salmistas (27-28, 89) vislumbraron; pero que no penetró en el pueblo, quedando sólo en los Pobres de Yahvé.

– Jesús, el hijo de María, el hijo del carpintero, de una familia de Nazaret…“¿acaso puede salir cosa buena de Nazaret?” (Jn 1, 46). Y Jesús para muchos será signo de contradicción….

En Nazaret, una Casa

– Jesús no tuvo casa aquella noche en Belén, ya que “no habían encontrado sitio en la posada” (Lc 2,7).  Sí la tuvo en Nazaret, su pueblo, donde vivió 30 años. El evangelista nos dirá con un cierto pudor después de la aventura de los doce años en Jerusalén: “volvió con sus padres a su casa de Nazaret, donde vivió obedeciéndoles” (Lc 2,51). Bella imagen, o mejor, icono, la “casa de Jesús” con José y  María, que suscita tantos sentimientos cuando miramos nuestra propia casa.  

Casa de puertas abiertas para todos, con ambiente cálido y un cierto olor a cocina, a mesa puesta, a vida compartida… “Casa-Hogar” que viene de “fogar”, fuego, con llama y brasa, calor…con la especial presencia de los padres, María y José y, según las costumbres de Israel, con primos y tíos y sabor a clan.

  1. Y la Navidad sigue teniendo nombres:el nuestro; sí, nuestros nombres, el tuyo y el mío y el de nuestro compañero y vecino. La Navidad es de todos y para todos.

Si queremos vivir y tener nuestra Navidad, necesitamos hacer nuestras las palabras del ángel en Belén:

  • Gloria a Dios en el cielo” (Lc 2,14): palabras que requieren silencio, atención, sensibilidad, escucha, frente a tanto ruido que nos circunda; pero a la vez, tanta sordera de los que no quieren oír y se sacuden egoístas todo compromiso.
  • Y brilló la Luzradiante y fuerte, indeficiente, verdadera, que requiere valentía y humildad: atención a ciertas cegueras, que no quieren saber de las necesidades de los otros, que se obstinan en las tinieblas.
  • surgió laVida: nuestra vida, llamada a ser nueva, transformada, como hijos de Dios y de la luz, con atención a tanta pobreza espiritual nuestra, y a la cultura reinante de la muerte.
  • “Paz en la tierra a los amados por Dios” (Lc”,14).  Quizás sea éste el gran deseo para nuestra Navidad: sentirnos por dentro inundados de paz, para poder contagiarla a los otros.

Navidad 2018

– Nuestra Bolivia anda nerviosa y convulsionada, por más que la sociedad de consumo quiera poner un manto ficticio de bienestar. Son muchos los conflictos y problemas por los que atraviesa el país, porque es mucha la arrogancia política, como el descarado atentado a la misma Constitución;  decisión que no aguanta explicación alguna. Un país defraudado; aunque decidido a luchar por derechos más que elementales.

– Así mismo, nuestra Iglesia vive horas bajas: ¿o serán las horas que con sinceridad nos corresponden?  Tiempo fuerte, que necesita tener sabor a Adviento, a acontecimiento de gracia nueva, a kairós… ¡Ojalá que en vez de andar con tanta noticia y chismorreo nos adentramos  en lo que nos pide esta hora: tiempo de humillación aceptada, de sincero arrepentimiento y de conversión no disimulada!

– Y ¿nuestra familia? Es una realidad muy vetusta, pero a la vez siempre nueva; la institución más antigua y por eso mismo sometida al cambio y con un presente lleno de dificultades; todos, querámoslo o no, nacemos en una familia, nadie escoge su familia; y con el tiempo es también hechura nuestra.

La familia no disimula encontrarse encrisis, tanto institucional como existencial. En nuestro lenguaje nos estamos acostumbrando a términos nuevos como: la ideología de género, los nuevos “matrimonios”, las parejas de hecho, identidad de género. Así mismo la familia vive el impacto de la pérdida del sentido religioso y trascendente, el cambio del mundo de los valores, el debilitamiento de la autoridad y la contestación generalizada, la incomprensión generacional y nuevas relaciones a todos los niveles.         

                                                                                                                                                                                               Y de ahí se derivan los problemas  de esta sociedad, que insiste en ignorar a la familia, ya que reduce la persona a sus dimensiones económicas, políticas, profesionales y “productivas”. Y cada vez hay menos “tiempo familiar”: son los choques de “horarios”, ausencia de los padres por motivos laborales, alejamiento de los hijos, mera  coexistencia en medio de tanto mass media,  internet, o celulares.

La familia se ve asaltada en su intimidad, en sus principios y costumbres, y en su manera de entender la vida. Por lo que se impone con urgencia educar para la reflexión, la escucha, la valoración mutua, el diálogo, y para el encuentro, el amor, el perdón, la alegría sana, la felicidad compartida, la serenidad, la lucidez, la armonía…¡Necesitamos salvar la familia!

Nuestra Familia necesita  de la Navidad y la Navidad, de la Familia

Es urgente descubrir las grandes señales de la Navidad. Quisiera adentrarme en tantos gestos que nos inundan estos días y que pudieran pasar desapercibidos. Es fiesta, es alegría y ternura, derroche de amor y abajamiento divino, de cercanía, de humanidad, de historia.

Esta es la gran noticia:

Dios se ha hecho hombre. Dios se ha metido en nuestra historia, sin dejar de ser Dios…pero hombre;  o mejor, aprendiz de hombre, ya que se hizo niño, indefenso, necesitado, frágil…Y nosotros le enseñamos a ser hombre: hermosa tarea   especialmente encomendada a María y a José. Dios se hace hombre, no para destruir nuestra naturaleza humana, sino para curarla, sanarla…para humanizarla: ya que el pecado es deshumanización, degradación humana. De hecho, Jesús vino cuando “el pueblo caminaba en tinieblas…y vió una gran luz”. (Is 9,2)

Se hizo niño… para enseñarnos a ser niños.Siempre queremos ser “mayores”: crecer,    sobresalir, ser poderosos. Jesús se despoja de su gloria, y se hace fragilidad, niño “envuelto en pañales y recostado en un pesebre” (Lc 2, 12), enseñándonos el camino de la humildad, el servicio y el amor. Estos son los caminos que nos divinizan, nos hacen semejantes a Él. Hay una cosa clara, nos exigirá ser niños para entrar en el Reino de los cielos.

Y también se hizo hermano. Jesús crea un estilo nuevo con sus discípulos: los reúne, les enseña, los envía a caminar de dos en dos, descalificando todo dominio y autoritarismo; lava los pies;y nos dice: “no se dejen llamar maestros, ni señores”, ustedes son hermanos (Mt 23,8-10); y las sillas de  los maestros y jefes deben quedar vacías en una comunidad, ya que los discípulos han pasado de ser siervos a ser amigos (Jn 15,15);

Alrededor de Jesús nace una humanidad nueva: la Comunidad, la Eklesía, donde aparece una interdependencia fraterna, una comunión de  vida “entre griegos y bárbaros, sabios e ignorantes” (Roma 1,14), que  traspasa todas las culturas y religiones. El libro de los Hechos nos dirá que “Se reunían frecuentemente para escuchar la enseñanza de los apóstoles y participar en la vida común, en la fracción del pan y en las oraciones” (Hch 2,42) Es la nueva fraternidad, que engendra un nuevo mundo, la Iglesia, comunidad de hermanos: “La multitud de los creyentes tenían una sola alma y un solo corazón…todo lo tenían en común” (Hch 4,32).

Para vivir así la  “hermandad”,  no bastan las palabras; supone experiencia de Dios como Padre y conciencia agradecida y práctica de nuestra condición de hijos; es decir, familia grande con casa de puertas abiertas, donde cabemos todos, siendo capaces de convivir, de celebrar, de dialogar, de trabajar en equipo;  y con algo esencial: amando y dejándose amar.

Mi Felicitación

Sí, mis queridos amigos y hermanos; en esta tarde quiero que nos deseemos una Feliz Navidad; porque, a pesar de los pesares, aún es posible la Navidad, porque Jesús sigue naciendo: hay mucha gente buena, gente enamorada, niños que ríen, sol sin estrenar; todavía, por suerte, es mayor la luz que las tinieblas, es más fuerte la Vida que la muerte, el Amor que el odio y Jesús que el pecado y un largo, larguísimo etc… que cada uno puede añadir a su lista.

Y termino compartiéndoles un bellísimo poema de Juan de la Cruz que canta la Navidad.

Del Nacimiento.  
                                     Ya que era llegado el tiempo
                                     en que de nacer había,
                                     así como desposado
                                     de su tálamo salía
                                     abrazado con su esposa,
                                     que en sus brazos la traía,
                                     al cual la graciosa Madre
                                     en un pesebre ponía,
                                     entre unos animales
                                     que a la sazón allí había.

Los hombres decían cantares,
los ángeles melodía,
festejando el desposorio
que entre tales dos había.
Pero Dios en el pesebre
allí lloraba y gemía,
que eran joyas que la esposa
al desposorio traía.

Y la Madre estaba en pasmo
de que tal trueque veía:
el llanto del hombre en Dios,
y en el hombre la alegría,
lo cual del uno y del otro
tan ajeno ser solía.   

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