Un fuerte llamamiento a la no violencia y a silenciar las armas, para dar paso al diálogo y a la construcción de una sociedad democrática, fraterna y estable; el papel de las religiones y el respeto de los diferentes credos, la atención a los más vulnerables de la sociedad, la crisis causada por la pandemia. Fueron los temas tocados por el Papa Francisco en el primer encuentro de hoy en Bagdad con las Autoridades y el Cuerpo diplomático iraquí.
 

María Cecilia Mutual – Ciudad del Vaticano

«¡Que callen las armas!» Un apremiante llamamiento fue el centro del primer discurso del Papa Francisco en Iraq, encontrando en gran salón del Palacio Presidencial de Bagdad a las Autoridades, la Sociedad Civil y el Cuerpo Diplomático, en el marco de su 33° Viaje Apostólico Internacional. El Pontífice recordó el sufrimiento del pueblo iraquí, golpeado por guerras y terrorismo y remarcó con fuerza la necesidad de diálogo, la búsqueda de la paz, la justicia y el cuidado hacia los más vulnerables, con un llamado a la solidaridad y a la convivencia fraterna.

Tras la ceremonia oficial de bienvenida y la visita de cortesía al Presidente de la República, Barham Ahmed Salih Qassim, el Papa manifestó a los 150 presentes su agradecimiento por la oportunidad de realizar esta Visita Apostólica, «tan esperada y deseada», una visita que tiene lugar hoy «mientras el mundo entero está tratando de salir de la crisis por la pandemia de Covid-19».

«En las últimas décadas Iraq ha sufrido los desastres de las guerras, el flagelo del terrorismo y conflictos sectarios basados a menudo en un fundamentalismo que no puede aceptar la pacífica convivencia de varios grupos étnicos y religiosos, de ideas y culturas diversasTodo esto ha traído muerte, destrucción, ruinas todavía visibles, y no sólo a nivel material: los daños son aún más profundos si se piensa en las heridas del corazón de muchas personas y comunidades, que necesitarán años para sanar», afirmó el Papa, dedicando un pensamiento especial a los yazidíes:

Y aquí, entre tantos que han sufrido,  no puedo dejar de recordar a los yazidíes, víctimas inocentes de una barbarie insensata y deshumana, perseguidos y asesinados a causa de sus creencias religiosas, cuya propia identidad y supervivencia se han puesto en peligro. Por lo tanto, sólo si logramos mirarnos entre nosotros, con nuestras diferencias, como miembros de la misma familia humana, podremos comenzar un proceso efectivo de reconstrucción y dejar a las generaciones futuras un mundo mejor, más justo y más humano.

La diversidad, un recurso valioso para aprovechar

 “La diversidad religiosa, cultural y étnica que ha caracterizado a la sociedad iraquí por milenios, es un recurso valioso para aprovechar, no un obstáculo a eliminar” agregó el Santo Padre, e indicó:

Hoy, Iraq está llamado a mostrar a todos, especialmente en Oriente Medio, que las diferencias, más que dar lugar a conflictos, deben cooperar armónicamente en la vida civil.

Diálogo y solidaridad para una convivencia fraterna

“La coexistencia fraterna necesita del diálogo paciente y sincero, salvaguardado por la justicia y el respeto del derecho” – afirmó a continuación – “requiere esfuerzo y compromiso por parte de todos para superar rivalidades y contraposiciones”:

En base a este principio, la Santa Sede, en Iraq como en todas partes, no se cansa de acudir a las Autoridades competentes para que concedan a todas las comunidades religiosas reconocimiento, respeto, derechos y protección.

“Una sociedad que lleva la impronta de la unidad fraterna es una sociedad cuyos miembros viven entre ellos solidariamente” y ésta “es una virtud que nos lleva a realizar gestos concretos de cuidado y de servicio, con particular atención a los más vulnerables y necesitados” dijo a continuación Francisco, recordando a quienes, “a causa de la violencia, de la persecución y del terrorismo han perdido familiares y seres queridos, casa y bienes esenciales”, y a toda la gente que “lucha cada día buscando seguridad y medios para seguir adelante, mientras que aumenta la desocupación y la pobreza”.

El «sabernos responsables de la fragilidad de los demás» debería inspirar todo esfuerzo por crear oportunidades concretas tanto en el ámbito económico y en el ámbito de la educación, como también en el cuidado de la creación, nuestra casa común. Como responsables políticos y diplomáticos, ustedes están llamados a promover este espíritu de solidaridad fraterna. Es necesario combatir la plaga de la corrupción, los abusos de poder y la ilegalidad, pero no es suficiente. Se necesita al mismo tiempo edificar la justicia, que crezca la honestidad y la transparencia, y que se refuercen las instituciones competentes. De ese modo puede crecer la estabilidad y desarrollarse una política sana, capaz de ofrecer a todos, especialmente a los jóvenes —tan numerosos en este país— la esperanza de un futuro mejor.

Como peregrino de paz, en nombre de Cristo

 “Vengo como penitente que pide perdón al Cielo y a los hermanos por tantas destrucciones y crueldad. Vengo como peregrino de paz, en nombre de Cristo, Príncipe de la Paz” afirmó el Pontífice dirigiéndose al Presidente iraquí y a las Autoridades del país. «¡Cuánto hemos rezado en estos años por la paz en Irak!» Y recordó que su predecesor, Juan Pablo II, “no escatimó iniciativas, y sobre todo ofreció oraciones y sufrimientos por esto”. «Y Dios escucha, escucha siempre», aseguró, haciendo un apremiante llamamiento:

“Que callen las armas, que se evite su proliferación, aquí y en todas partes. Que cesen los intereses particulares, esos intereses externos que son indiferentes a la población local. Que se dé voz a los constructores, a los artesanos de la paz, a los pequeños, a los pobres, a la gente sencilla, que quiere vivir, trabajar y rezar en paz. No más violencia, extremismos, facciones, intolerancias; que se dé espacio a todos los ciudadanos que quieren construir juntos este país, desde el diálogo, desde la discusión franca y sincera, constructiva; a quienes se comprometen por la reconciliación y están dispuestos a dejar de lado, por el bien común, los propios intereses.”

Recordando que en estos años, Irak ha tratado de poner las bases para una sociedad democrática, el Santo Padre indicó que es “indispensable asegurar la participación de todos los grupos políticos, sociales y religiosos, y garantizar los derechos fundamentales de todos los ciudadanos. Que ninguno sea considerado ciudadano de segunda clase” – dijo – alentando los pasos que se han dado hasta el momento en este proceso y esperando que consoliden la serenidad y la concordia.

El llamado a la comunidad internacional

El Papa Francisco recordó también el rol decisivo de la comunidad internacional en la promoción de la paz en esta tierra y en todo el Oriente Medio. Y recordando el largo conflicto en Siria, destacó la importancia de una “cooperación a escala global para poder afrontar también las desigualdades económicas y las tensiones regionales que ponen en peligro la estabilidad de estas tierras”. Asimismo, agradeció a los Estados y a las Organizaciones internacionales “que están trabajando en Irak por la reconstrucción y para brindar asistencia a los refugiados, a los desplazados internos y a quienes tienen dificultades para regresar a sus propias casas, facilitando en el país comida, agua, viviendas, atención médica y de salud, como también programas orientados a la reconciliación y a la construcción de la paz”. Y también recordó a los numerosos organismos, entre ellos muchos católicos, que desde hace años asisten con gran esfuerzo a las poblaciones civiles.

“Atender las necesidades básicas de tantos hermanos y hermanas es un acto de caridad y justicia, y contribuye a una paz duradera. Espero que las naciones no retiren del pueblo iraquí la mano extendida de la amistad y del compromiso constructivo, sino que sigan trabajando con espíritu de responsabilidad común con las Autoridades locales, sin imponer intereses políticos o ideológicos.”

La religión al servicio de la paz y la fraternidad

 “El nombre de Dios no puede ser usado para justificar actos de homicidio, exilio, terrorismo y opresión”, subrayó finalmente el Santo Padre, recordando que “la religión, por su naturaleza, debe estar al servicio de la paz y la fraternidad”.

También en Irak la Iglesia católica desea ser amiga de todos y, a través del diálogo, colaborar de manera constructiva con las otras religiones, por la causa de la paz.

Pluralismo religioso contribuya a la armonía del país

Finalmente, recordando la antiquísima presencia de los cristianos en esta tierra, el Papa destacó que “su contribución a la vida del país, constituye una rica herencia, que quiere poder seguir al servicio de todos”.

Su participación en la vida pública, como ciudadanos que gozan plenamente de derechos, libertad y responsabilidad, testimoniará que un sano pluralismo religioso, étnico y cultural puede contribuir a la prosperidad y a la armonía del país.

En la conclusión, agradeciendo nuevamente a las Autoridades iraquíes “por todo lo que han hecho y siguen haciendo para edificar una sociedad orientada hacia la unidad fraterna, la solidaridad y la concordia” invocó la abundancia de las bendiciones divinas sobre todo el pueblo iraquí.

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